Después de seis años de dura lucha y sacrificios por mantener el preciado regalo de vida de mi padre, me permito afirmar categóricamente que , que vivo, y que vivo gracias al último gesto de generosidad que mi padre tuvo para conmigo el día que murió, el mismo gesto solidario de quienes se desprenden de los órganos de sus seres amados, para, en alguna medida, paliar el dolor de otras personas, que enfermas, esperan volver a vivir.

Fue con 27 años, mi estado de salud requería atención médica ya que se me había diagnosticado insuficiencia renal crónica en estado avanzado, lo que me llevó a dializarme durante casi 6 años y 3 meses, tiempo en que mis esperanzas de recibir un trasplante, en multitud de ocasiones se vieron colapsadas. Estos seis años fueron pasando adaptándome al enorme esfuerzo al que te somete la máquina de diálisis. En reiteradas ocasiones, clamaba al cielo para que el trasplante llegara, mi cuerpo iba notando el azote de la querida/maldita máquina que nos mata y nos mantiene vivos día tras día.

Aquellos a los que sigo viendo hoy enganchados a sus máquinas, les oigo, sin que pronuncien una sola palabra, clamando piedad, pidiendo que les quiten esa maquina de encima para siempre. Aunque guardan silencio, igual como lo hacía yo, saben y sé que el tiempo juega en su contra. A muchos la enfermedad les ha robado cosas preciadas, poder disfrutar plenamente de sus familias, de sus hijos, de sus nietos, incluso de poder tener familia. A muchos les ha roto el corazón, y no solo el suyo.

XSI MEx acerco a mis compañeros que reciben tratamiento de Diálisis, me doy cuenta de que algunos ya no pueden más , y es fácil saberlo, si les miras a los ojos, puedes oírles gritar de dolor sin decir una sola palabra...

Sin embargo hay una gran mayoría, que quieren vivir , y que su esperanza eres tú, que tienes el corazón generoso, que tienes la capacidad de ponerte en el lugar del otro, que comprendes que hoy hay personas que tienen la desdicha de carecer de salud, y que sabes, que el dolor no entiende de status sociales, de la religión que procesemos ni del color de nuestra piel. Sabes que necesitamos ayudarnos.

Estos, mis compañeros, que hoy siguen atados a esa maldita máquina, piden vivir , necesitan vivir , y necesitan de una sociedad con conciencia solidaria, que acepte la donación de órganos como una parte más del proceso de recuperación de la salud no sólo de aquellos que hoy la necesitan, sino de aquellos que mañana y en el futuro la necesitaran. No creo que nadie sea tan osado para poder afirmar que tendrá salud toda su vida. Lo vemos con gente de la política, con personas con poder de estado, en definitiva, la salud no es un criterio aplicable a una forma de vida, la salud atraviesa todo el entramado social sin distinción. Mis compañeros que hoy se dializan y que esperan con ansiedad el deseado momento de un trasplante piden la oportunidad para vivir una vida, piden poder conocer de nuevo la libertad .

La conciencia solidaria en materia de donación de órganos, de médula y de sangre es hoy una de los mayores logros de los extremeños y españoles.

La entrega enorme de las familias extremeñas que dicen a la donación de los órganos de un ser querido, aquellos que deciden donar su médula o aquellos que deciden donar su sangre, estas voluntades no tienen precio ni es comparable a nada material. Agradezco enormemente a esas familias que saben expresar su conformidad frente a la donación y que pueden reconocer y aceptar las decisiones de generosidad de los suyos en vida.

Gracias a estas familias que con su gesto, han hecho olvidar a muchos el largo viaje de su enfermedad. Gracias a estas familias, porque han conseguido que la historia de muchos extremeños haya tenido un final feliz, gracias por que este gesto debe servirnos para tomar conciencia de que la donación de órganos salva la vida de muchos extremeños.

La donación de órganos, médula y sangre aún hoy, debe crecer como una realidad aceptada por todos, debemos influir, todos los que estamos alrededor de la donación, en intentar aminorar los miedos, inseguridades, falta de confianza y descreimiento que esta conlleva, más en la población de más edad que en los jóvenes.

Han pasado seis años desde mi trasplante y nunca he agradecido públicamente a mi padre (lo hago a diario en la más absoluta intimidad), el haberme dado por dos veces la vida. La primera cuando me engendró junto con mi madre, y la segunda, cuando desgraciadamente murió y un riñón suyo me devolvió de nuevo a la vida. Nadie llegó a saber nunca cuánto sufrí en el momento anterior y posterior al trasplante, eso quedará para mí, pero tengo una cosa muy clara, que mi padre murió como vivió, lleno de generosidad y sin apego a nada material. Gracias papá.

*Presidente de ALCER Cáceres