La firme decisión de José María Saponi de no volver a optar a la Alcaldía de Cáceres ha puesto encima de la mesa del Partido Popular la difícil papeleta de la sucesión. El PP es consciente de que logró hacerse con el poder en Cáceres más por la personalidad de Saponi que por su programa de gobierno o por el trabajo del partido. Al igual que Miguel Celdrán en Badajoz, Saponi es un valor seguro en las urnas porque ha sabido entroncar desde el primer momento con la idiosincrasia de una mayoría de ciudadanos. El edil cacereño ha ganado cuatro elecciones municipales consecutivas (aunque sólo ha gobernado las tres últimas legislaturas) y nadie, ni en el partido ni en la ciudad, pone en tela de juicio su liderazgo. Sin él nada será igual ante un PSOE fortalecido de la mano de Carmen Heras, que ya logró unos excelentes resultados el 13 de junio y apunta a lo más alto de cara al 2007. De la misma forma que hizo Aznar con Rajoy cuando lo situó como vicepresidente primero, Saponi, con tres años de margen, ya ha enviado un aviso para navegantes: Andrés Nevado, su número dos desde la pasada legislatura, es el hombre. Y sin duda lo es. Sólo puede aflorar un problema. Nevado no es un hombre de partido en el más puro sentido de la palabra y eso puede jugar en su contra, máxime en un PP cacereño que sigue siendo un avispero en el que las guerras de guerrillas internas no cesan. Aún quedan tres años de debate.