Nadie daba un penique por él horas antes de las elecciones, de hecho hasta el propio Trump hablaba de fraude electoral nada más empezar las votaciones, pero lo cierto es que contra todo pronóstico, menos el de una consultora de redes sociales, Trump es ya presidente de los EEUU. A medida que se conocían los resultados e inversamente proporcional a los avances de Trump, reaccionaban los mercados. Pérdidas en todas las bolsas y una sensación de incertidumbre generalizada es lo que a día de hoy se respira en muchas partes del mundo además de la sorpresa de cómo alguien tan políticamente incorrecto, por definirlo de una manera suave pues responder con insultos al que insulta no es muy coherente si me voy a quejar de ello, como Trump ha podido alzarse no sólo con el triunfo, sino con la holgada diferencia con que lo ha conseguido.

Medio mundo, por no decir el resto del mundo, se mira atónito pero lo cierto es que con anterioridad, en otros lugares y países, la reacción de muchos ciudadanos a la hora de escoger gobierno y gobernante ha sido romper con lo que estuviera establecido, si estaba la derecha tirar a la izquierda, si estaba la izquierda tirar a la derecha y por desgracia eligiendo la exageración ante la moderación, el populismo frente al realismo, el enfrentamiento a la concordia. Al final lo que trasciende es el desánimo de muchas sociedades, no solo la americana, que ante la falta de soluciones a sus problemas diarios permanentes en el tiempo, y con gobiernos diferentes de ambos colores, prefieren cortar por lo sano y que sea lo que tenga que ser, pero no lo conocido, o con partidos o con personas.

De todos modos no nos equivoquemos, la democracia radica en aceptar la decisión mayoritaria del pueblo nos guste o no, y en este caso el pueblo americano ha decidido y su decisión es igual de respetable fuera cual fuere el resultado.

Aún así quiero pensar que lo hasta ahora visto y oído de Trump no ha sido más que un show o estrategia electoralista, bastante desagradable por cierto, ante la percepción social de desencanto o ineficacia de las políticas tradicionales y que a partir de hoy el principal enemigo a batir del «Trump presidente» sea el «Trump candidato».