WLw a globalización tiene también su efecto en los movimientos turísticos, y uno de los que resultan más llamativos es el de los rusos. Hace apenas dos décadas, los ciudadanos de lo que había sido la URSS empezaron a disfrutar de la libertad de desplazamientos al exterior, y desde entonces el flujo de rusos que viajan por turismo a España no ha dejado de crecer. De tal forma que son ya el tercer grupo más numeroso tras los británicos y los franceses.

Tan importantes como este volumen son datos como que el gasto medio in situ de los turistas rusos es muy superior al de los viajeros de países occidentales y que sus compras tienen mucha mayor incidencia en el comercio local. Una de las consecuencias del desarrollado hábito consumista de esos visitantes es que en algunas zonas empresarios han asistido este año a cursos de ruso para poder atender mejor a unos clientes poco conocedores de otros idiomas.

La economía española, en el momento más difícil en décadas, cifra de nuevo sus mayores esperanzas en los ingresos turísticos. Y la bolsa de negocio del turismo de Rusia debe ser atendida adecuadamente. La prueba de que es especialmente atractiva es que Baleares y Andalucía se promocionan con denuedo para captar viajeros de ese país. España debe velar para no perder una cuota de mercado labrada trabajosamente durante años.