Todos sabemos lo que es un unicornio. Lo hemos visto mil veces representado. Usualmente como un caballo blanco alado, dotado de un cuerno en la frente y de ciertos rasgos del antílope. Un animal mitológico, protagonista secundario en miles de leyendas que han llegado a nuestros días. Asociado a momentos mágicos, su presencia abunda en la cultura popular: cuentos, películas, posters. Tan familiarizados estamos con el animal, que difícilmente nadie reconocería no haberlo visto al menos una vez. Pero lo cierto es que eso es imposible: no existen.

Mejor dicho, sólo existen "virtualmente". No es casual que a esa denominación se haya extendido en el mundo corporativo hasta calar como categoría de un tipo concreto de compañía. Los "unicornios" son aquellas empresas que, usualmente vinculadas a entornos tecnológicos o de la economía digital, poseen una valoración superior a los 1.000 millones de dólares (el billion o billón norteamericano).

Durante el último lustro, su cotización entre los inversores profesionales se ha disparado. De ahí su alta valoración, lo cual no deja de ser curioso, ya que incluye empresas que no cotizan en mercados bursátiles (y, por lo tanto, no sometidas al escrutinio público). Ciertas operaciones sobre las mismas nos muestran la verdadera naturaleza de estas empresas y el origen de su colosal valoración: hace sólo unos años, Facebook (paradigma de la empresa digital de éxito) compraba la red Instagram por exactos 1.000 millones de dólares... cuando ningún analista apostaba en su valoración a superar el 50% de esa cantidad.

¿Qué se escondía en ese "sobreprecio"? ¿Cuál era el fundamento de la operación? No podemos pensar que Zuckerberg y los suyos eran unos legos inocentes o que jugaban a la ruleta con la adquisición; tenían razones poderosas. Básicamente dos: las expectativas de crecimiento y la información que proporcionaba la base de usuarios (clientes).

HASTA AHORA, conscientemente, he obviado el mostrar ejemplos de compañías "unicornios". De hecho, son bastante o ampliamente conocidas, pero nombrar las principales también permite ver qué características comparten. Uber, la compañía de taxi más grande del mundo sin poseer un solo taxi; Alibaba, un gigantesco bazar en la que comprar casi de todo sin un solo almacén físico más allá de la intermediación entre vendedor-comprador; o Airbnb, modelo de agencia turística sin una sola cama, apartamento u hotel entre sus activos. Hay muchos más ejemplos, claro.

Pero lo que parecía un creciente "culto al unicornio" se ha ido paulatinamente desvaneciendo. Las dudas surgen en la valoración de las empresas, pero también en su viabilidad. Ya saben: el papel lo aguanta todo y toda tecnología nueva es en esencia indiferente de la magia.

Lo que ocurre en muchos de estos casos es que la valoración no es más que expectativas. Y las pruebas en la práctica de estas empresas dejan dudas. Si bien tienen costes muy bajos respecto a empresas más tradicionales (si no tengo activos físicos...) y logran captar rápidamente nuevos clientes al permitirse estrategias arriesgadas o servicios innovadores, las incertidumbres persisten. Porque la primera dificultad que se encuentran muchas empresas de este tipo pasan por monetizar su servicio. Más allá de la publicidad, el tener muchos usuarios no genera por sí ingresos. Máxime cuando muchas empresas han basado su crecimiento en la gratuidad de los servicios. La extensión de esa gratuidad es, al mismo tiempo, cebo y cepo.

Otra dificultad es el mantenimiento de la base de clientes, ya que muchas "crean" necesidades artificialmente y compiten mercados en el que rápidamente puede nacer un competidor que suponga una fuga inmediata de esa base. Twitter, otro gran unicornio, está sufriendo desde su salida a bolsa estos problemas. Vive una tendencia continuada de pérdida de usuarios y muestra incapacidad en generar líneas de ingreso (por mucho que su CEO, Jack Dorsey , hablé de cambios de "paradigma").

Alguien que algo sabe de inversión como es Warren Buffet (el oráculo de Omaha) ha insistido siempre que uno de sus principios en el posicionamiento de empresas es comprender el negocio y cómo se vende. "Back to basics".

Pero si he dado la sensación de ser excesivamente crítico con esas empresas, algo mal he hecho en estas líneas.

Sin innovación no hay progreso. Sin entender el fracaso es difícil obtener éxito. Sólo hay que saber distinguir la paja del grano (casi nada). A muchos directivos españoles, anclado en la superstición de "esto ha funcionado siempre" les valdría bien un paseo. En unicornio.