El 26 de agosto el Periódico Extremadura recogía una crónica en la cual se exponían las visiones que los dos grupos políticos mayoritarios tienen sobre el grado de cumplimiento de la Ley de Dependencia. Todos los que estamos pendientes de alguna noticia al respecto que, créanme, somos muchos, buscamos incluso entre líneas alguna solución a una situación que la mayoría de las veces es dramática. Pero, como siempre, no había nada; palabrería barata. ¡Qué vergüenza! ¡Qué mediocridad! ¿Saben cuál es la auténtica realidad? Enormes listas de espera de personas mayores, personas inmersas en trágicas situaciones de desamparo y necesidad, que aguardan mes a mes un cambio en el infierno en el que viven. Y antes de esta eterna espera, ¿saben ustedes por lo que han pasado? En primer lugar por una extensa documentación para solicitar la prestación que sólo para numerarla necesitaría una página de este diario: informes médicos, informes sociales, declaración de Hacienda, empadronamiento, etcétera. Claro está, una persona mayor al ver la magnitud de la documentación solicitada renuncia desde el principio a cualquier ayuda. Pero no termina todo aquí. Después se suceden cada seis u ocho meses las visitas a domicilio de trabajadoras sociales que, solicitando informes sociales, familiares, económicos, etcétera, van dilatando el proceso con cuestionarios de preguntas, que por cierto, son idénticas a las realizadas por la señorita de la vez anterior y que estoy realmente convencida de que se llevan a cabo para comprobar que la solicitante sigue aún con vida. Yo creía que, después de un largo año de espera, este arduo calvario terminaba aquí, pero, según cuentan ahora, todavía faltan más informes y resoluciones. Mientras tanto, mi madre allí está, sentada en su butaca viendo pasar los días y esperando pacientemente, pero ya con menos fuerzas, la prestación que le permita vivir con dignidad su enfermedad de Parkinson con la que lleva luchando desde hace 30 años. Al fin al cabo, mi madre está viva, no como otras personas que dada la lentitud administrativa no tendrán la oportunidad de disfrutarla, eso si es cierto que realmente existen esas ayudas. Pero, no le demos más vueltas, tenemos lo que nos merecemos: una sociedad que trata así a sus mayores, ¿qué más puede pedir?

Lourdes Albarrán Fernández **

Cáceres