Nuevas víctimas de la violencia de género nos anuncian que el problema sigue estando ahí. Las cifras hablan por si solas y aunque hayan bajado en cuanto a la proporción con respecto a otros años no debemos olvidar que no estamos contando aguacates, sino mujeres que son asesinadas, en algunos casos de manera salvaje. En otras ocasiones, los criminales no se conforman con una puñalada, sino que les asestan hasta seis como a la mujer de Villanueva de la Serena.

La sociedad ha avanzado en todos los ámbitos menos en éste y parece que todo sigue girando alrededor de la figura del hombre, propio de sociedades primitivas donde la hembra estaba supeditada al macho. La Iglesia lleva siglos recordándonos a las mujeres que somos inferiores a los hombres... y la leyenda de la costilla de dónde dicen sus representantes que nació Eva ha servido de argumento para que muchos creyeran que sin el sustento físico y espiritual del hombre no seríamos nada. Durante mucho tiempo a la mujer se le recordaba que debía aguantar, porque Dios así lo quería, y lo que El había unido no lo debía separar el hombre. Para el marido estaba todo permitido, incluida la consabida y en muchos casos asumida cana al aire.

A lo largo de la historia, no han sido pocas las mujeres que han intentado salir del yugo esclavizante masculino y de la tiranía social, que nos ha encorsetado secularmente en el papel de madres y esposas abnegadas. No fue hasta el siglo XX y XXI que las mujeres se incorporaron al mundo laboral, que tomaron sus propias decisiones, tuvieron iniciativas, y en muchos casos comenzaron a dejar de depender económicamente de sus parejas cuando estos asesinatos se empezaron a multiplicar de forma escandalosa.

Somos conscientes de que estamos ante un problema complejo y que las leyes aprobadas al respecto no son la panacea, que la sociedad debe ser partícipe de forma integral desde la familia, las instituciones, los medios de comunicación, la opinión. El rechazo social al maltratador debe se una obligación. No es normal mantener a un energúmeno dentro de nuestro círculo laboral, social, familiar o de amistad. Por su parte los medios con su poder para crear imágenes, perfiles humanos y opinión deben evitar el efecto contrario y lo que es peor, la indiferencia ante noticias como estas. Por ello sería recomendable que las noticias con respecto a este tipo de asesinatos cumpliesen unos requisitos más serios en algunos casos, incluso disponer de un protocolo para evitar que se frivolizase con un tema tan dramático. Este tipo de violencia debe situarse en el marco de la violación de los derechos humanos y del ataque contra la libertad y dignidad de las personas, porque el problema de este tipo de violencia no es privado ni individual, es un problema social.

Más que los datos escabrosos de la barbarie que en muchos casos se pueden dar, hay que intentar transmitir la existencia de respaldo social a aquellas víctimas que aún sin denunciar teman que pueden acabar igual. Es importante no levantar la curiosidad y el morbo que se despierta en algunos medios con noticias de este tipo. Sería interesante hablar más del maltratador que de la víctima con la intención de identificar y ayudar a otras mujeres que podrían estar en la misma situación, aunque siempre con la cautela que imponga la justicia.

Hay que evitar la sobre-representación en casos de violencia de género, y ampliar el campo de representación de las mujeres en los logros y la participación conseguidos por éstas en la sociedad para concienciar a los maltratadores de que la mujer no es inferior, sino igual, y tiene derecho a cortar una relación que funciona mal y a participar en todos los campos de la sociedad si lo desea. Es una necesidad contribuir con todos los instrumentos que tengamos a nuestro alcance a erradicar esta lacra social, que además de romper la vida a muchas familias deja secuelas que en un futuro no muy lejano, posiblemente, tengamos que lamentar.

*Presidenta del Partido Socialistaen la provincia de Badajoz