TLta publicación de de un informe de Amnistía Internacional titulado Con la mujer no se juega nos hacía reflexionar hace días sobre la trivialización que se hace de la violencia a través de los videojuegos: es habitual ver a los niños divertirse con armas de juguete y en esas vidas paralelas de las pantallas nuestros adolescentes prueban sus destrezas mientras simulan golpear hasta la muerte a mujeres indefensas. La violencia y la muerte forman parte del entretenimiento cotidiano hasta que los comportamientos saltan a la realidad, hasta que llega el día en que las víctimas no son un espejismo producido por un circuito digital sino un vecino, una amiga, un compañero de clase.

No sería justo culpar a esa banalización de la violencia de determinados crímenes, pero sí deberíamos reflexionar sobre los estímulos que reciben nuestros jóvenes: no es de extrañar, tras conocer algunos videojuegos, que casi un tercio de los adolescentes no vean mal dar una bofetada a sus novias. La erradicación de la violencia se siembra haciendo proliferar la solución dialogada y constructiva de todos los conflictos.

Impulsar la educación en valores como materia transversal debería ser ya una de esas urgencias inaplazables.

*Profesor y activista de los

Derechos Humanos