Vivir a ras de tierra no significa que no podamos tener altura de miras. De hecho hay personas excepcionales que consiguen vencer la gravedad y elevarse del suelo sin tener alas.

Hablo de esas personas buenas, generosas y comprometidas que luchan denodadamente cada día para hacer un mundo más justo, habitable y amable.

Pero, a pesar de nuestro peso y torpeza física, hay otras formas de volar alto: con la imaginación y en los sueños.

La imaginación es el mejor recurso para volar libres por encima de los convencionalismos y los prejuicios.

Y en cuanto a los sueños, nada hay imposible en ellos; ¿quién, por ejemplo, no ha experimentado alguna vez la maravillosa sensación de volar?

Si yo tuviera que emigrar (lo hice en los años setenta) soñaría con convertirme en un pájaro para volar libre por encima de fronteras, muros y vallas y, de vez en cuando, soltar una cagarruta en la cabeza de todos los Salvini, Orbán y Trump del mundo.