TUtna vez volé en business. Hace años, cuando Barajas ya era un caos, mi hermana y yo iniciábamos un largo fin de semana antes de Carnaval. Nos las prometíamos muy felices, y lo fuimos, pero de chiripa. Porque cuando facturábamos nuestras maletas hacia la Ciudad Santa el overbooking consuetudinario estuvo a punto de dejarnos en tierra. Fue solo un segundo antes de la rectificación: --No señoras, van ustedes a viajar en business. Y así, por llegar tarde, tuve mi única experiencia en ese estrecho habitáculo para privilegiados. No me pareció nada del otro mundo, atenazada por el invencible miedo a volar que ni las canas ni la experiencia mitigan. Yo era entonces una humilde profesora de instituto, lo mismo que ahora. Recuerdo que en lugar del pan de corcho y el zumo indefinido de la clase popular, hubo solomillo y Ribera del Duero. Bebí la botella entera y me sumí en un dulce sopor que mitigó el pavor. Eso fue todo. Sigo volando y sigo sufriendo, pero nunca más en la aburrida clase preferente. Mola el doble la sandunguera turista donde los muchachos hacen la ola en el vuelo a Praga y los niños aplauden al aterrizar en París rumbo a EuroDisney. Los aburguesados e inútiles padres de la patria europea, esa caterva de caraduras que abarrotan el parlamento de Bruselas, lujoso nido de zánganos, antro de privilegiados, refugio de desocupados que todavía no se han enterado --o les importa una higa-- de la que está cayendo, no saben lo que se pierden. Prefieren y pretenden seguir en las nubes, no vayan a mezclarse con la chusma que huele a pueblo y construye los pueblos con su trabajo, su sacrificio y su garra. A los que creen que su dignidad reside en la calidad del skai en el que depositan su gastado trasero se les acaba el chollo. Twiter los ha puesto en su sitio, a todos, con sus vergüenzas al aire. No nos representan. Ni a los jóvenes que salieron a la calle en Madrid con el lema "sin curro, sin casa, sin pensión, sin miedo". La marcha terminó a tortas. Su ira era santa. Para cuando los dinosaurios quieran rectificar puede que sea tarde.