En los últimos años, raro es el día en que nuestros políticos no nos dicen que por fin estamos en tasas de crecimiento positivo, que si dos décimas mejor que lo que dicen los analistas financieros, que si vamos a crecer igual que la media de la Unión Europea en el segundo semestre, etcétera. El Crecimiento --así escrito, con mayúscula-- se ha convertido en un tótem que todos añoran y todos veneran, corremos todos detrás de él como si fuera una tabla de salvación; las empresas, con procesos de fusiones y absorciones, las personas con acumulaciones de tareas y compromisos, etcétera.

No nos paramos a pensar que ha sido precisamente el Crecimiento desaforado, el origen de la crisis en la que aún estamos sumergidos, y que igualmente estuvo presente en todas los anteriores procesos de crisis que la economía padece de forma cíclica. Estando por tanto el Crecimiento excesivo en el origen de todas las crisis no puede ser al mismo tiempo su salvación. Se puede decir que los economistas y nuestros políticos, como buenos representantes de la raza humana, tropiezan una y otra vez con la misma piedra.

XNECESITAMOSx, ahora más que nunca, nuevas ideas que rompan el paradigma del Crecimiento como única solución. Resulta paradójico que hasta los partidos que se denominan a sí mismo de izquierda , nos ofrezcan como única formula para crear empleo, que la economía tenga que crecer por encima de un 2,5%; y ¿hasta entonces qué?; sacrificar al 50% de los jóvenes a deambular entre oposición y oposición, eso si se siguen convocando, o resignar a los cinco millones de españoles sin empleo a mendigar la sopa boba o a los subsidios que magnánimamente se les ofrecen.

En España tenemos además un problema estructural añadido, nuestra economía no sabe crecer de forma significativa sin la ayuda del ladrillo, y este sector está totalmente agotado hasta dentro de algún lustro. El boom de la construcción nos ha dejado, además de un panorama desolador de corrupción en muchos municipios, una generación de jóvenes en paro que, ante el reclamo del dinero fácil que se les ofrecía en ese sector, abandonaron estudios, y ahora se ven sin preparación y sin empleo; no cabe por tanto esperar que sea con la ayuda de las nuevas tecnologías y de la innovación como logremos encontrar el tipo de empleo que una parte importante de nuestros parados esperan ávidamente.

Se trata por tanto de intentar crear empleo de no muy alta cualificación que no requiera necesariamente la llegada de tasas de crecimiento superiores al 2%. Para ello habrá que analizar todo tipo de proposiciones entre las que pueden estar algunas de las propuestas de los ideólogos que defienden lo que se denomina como teoría del Decrecimiento , o como a algunos les gusta llamar Teoría del Acrecimiento (No crecimiento); en la que se realizan propuestas que sus seguidores llaman como las ocho R : Revaluar, Reconceptualizar, Reestructurar, Relocalizar, Redistribuir, Reducir, Reutilizar y Reciclar, potenciando en todo caso el consumo de lo local.

No obstante, en tanto cristalizan las nuevas ideas que darán forma al nuevo paradigma del siglo XXI y que han de ser necesariamente distintas a las que conformaron el convulso siglo XX, bueno sería comenzar recuperando algunos trabajos sencillos que se han ido suprimiendo en aras de una falsa productividad, ¿Quién no ha echado de menos más de una vez al empleado de las mal llamadas estaciones de servicio, cuando al tener que auto-servirse, le han salpicado gotas de combustible que le dejan perfumado a gasóleo para todo el día? Por curiosidad he realizado el cálculo del número de empleos que se crearían en las gasolineras españolas volviendo a disponer de una media de 2 empleados más por gasolinera para manipular productos peligrosos como son los combustibles, y en total serían 17.000 parados que encontrarían un puesto de trabajo cuyo costo no superaría al mal llamado céntimo sanitario , que ya pagamos, y que de esta forma se dedicaría al pago de esos salarios, en lugar de perderse en el laberinto de las cuentas públicas.

En resumen, creo que se requiere afrontar la difícil situación en la que nos encontramos con una mirada diferente, a la de estar esperando a que un ansiado y peligroso retorno a tasas de Crecimiento elevado, nos vuelva a situar en el mal llamado Estado del bienestar en el que hemos vivido hasta que llegó la crisis.