TTtumbada la ley 7Sinde 1, la que preveía dejar a los internautas españoles sin descargas (SIN-DEscargas) ilegales de películas, música o series de televisión. Al final nos hemos quedado sin ley y con descargas. Y los autores, ante la indefensión absoluta. España es uno de los países europeos donde más se piratea, y no hacía falta que lo dijera Wikileaks. Del mismo modo que es obvio que la SGAE ha cometido excesos esperpénticos al reclamar el pago de derechos de autor, está fuera de discusión que hace falta un marco legal que ampare a los creadores, que los proteja y, si es posible, incluso les ofrezca la posibilidad de ganarse la vida dignamente.

Los piratas de internet son partidarios del todo gratis. Quieren cultura, creación nueva, nuevos autores, pero no quieren pagar por acceder a las obras. En el fondo se engañan. Si realmente son aficionados de un grupo, el dinero que se ahorren para acceder a su música lo acabarán pagando con creces para acceder a un concierto.

La cultura no es gratuita, o, cuando menos, no toda la cultura debe serlo. ¿Tan difícil es entender que detrás de una película, un libro o una canción hay un trabajo y que este trabajo tiene un precio? A algunos parece que les cuesta. Aplicándose esta filosofía a ellos mismos, podrían dejar las puertas de su casa abiertas para que cualquier persona que pasara por la calle pudiera entrar en la cocina y servirse a voluntad de la nevera o, por qué no, permitir que el vecino del ático vaya a dar una vuelta con su coche cuando le apetezca.