WEw l presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, podrá asistir por fin a la cumbre del G-20 que los próximos días 14 y 15 revisará en Washington el sistema financiero mundial. La satisfacción de ese nada disimulado anhelo ha sido posible gracias a la generosidad de Nicolas Sarkozy, que cede a su colega español una de las dos sillas que le corresponden a Francia en su doble condición de país miembro del G-8 y de nación que ejerce la presidencia de turno de la UE. El hecho de que Sarkozy comunicara ayer a los 27 socios europeos que España estará en la cumbre significa que Estados Unidos, país anfitrión, ha dado el visto bueno, algo que estuvo en duda durante la tarde de ayer, dada la nula simpatía que el todavía presidente norteamericano, George Bush, siente por Rodríguez Zapatero desde que este basara su éxito político en la retirada de las tropas españolas de Irak.

El presidente español se mostró ayer extremadamente cauteloso ante la prensa, consciente de que una frontal oposición de la Casa Blanca a la estrategia respaldada por Sarkozy podía dejarle fuera de la reunión. Para España es muy importante estar en ese foro, por su condición de octava economía mundial, según los parámetros más favorables, y por su potente sistema financiero, que ha dado muestra en la presente crisis de ser solvente y estar correctamente regulado. Pero el G-20 es una plataforma que le excluye, porque agrupa a los siete países más ricos, más Rusia, y a los estados emergentes, y ni en una ni en otra categoría ha encontrado encaje. Por eso han sido necesarias intensas gestiones diplomáticas para encontrar una fórmula que permita a España ofrecer su aportación a lo que se considera una reunión trascendental para el futuro.

Zapatero, que se ha jugado todo su crédito en el envite, cometió en un principio el error de hacer pública su intención de dar una gran batalla para estar en Washington, cuando lo prudente en el campo de la diplomacia era la discreción en las gestiones. Pero es cierto que a partir de ahí ha sabido encontrar los respaldos suficientes en Europa, Iberoamérica y Asia para que España esté donde le correponde.

Todo indica que Zapatero se ha salido con la suya, con lo que contrae una deuda política con Francia, pero esquiva lo que sin duda iba a ser una durísima campaña de descalificación como líder político por parte de la oposición del PP y sus medios afines.

Esta operación diplomática, dejó ayer, sin embargo, en segundo plano las decisiones tomadas por los líderes europeos en su reunión para preparar la Cumbre, entre las que destaca el acuerdo para que la cita mundial sirva para "cambiar las reglas de juego financieras". Sarkozy recordó que la actual crisis partió de Estados Unidos y que por ello la Unión Europea no aceptará ahora que las autoridades norteamericanas bloqueen las reformas. Para ello, la UE exigirá que las primeras reformas de la arquitectura financiera internacional, entre las cuales se encuentra convertir al Fondo Monetario Internacional (FMI) en el guardián de la estabilidad mundial, se completen en un plazo máximo de 100 días. Por su parte, Durao Barroso destacó que la cumbre de Washington "no puede fracasar" sino que debe ser un encuentro de carácter "histórico" que adopte "decisiones concretas". Eso es precisamente lo que espera la comunidad internacional.