TTtan imprescindibles como necesarias, a partir del día del libro, las ferias se suceden en nuestro país. Las hay permanentes como la de la Cuesta Moyano en Madrid desde 1925, denominada por Ramón Gómez de la Serna como la feria del boquerón debido a que, por aquella época, los libros se vendían a quince céntimos en cajones hechos con madera de pino, pero la mayoría son temporales.

Los puestos de los libreros aparecen en numerosas obras literarias ambientadas en Madrid.

En una ciudad como Plasencia, pues también las hay saludables, como la, ya valverdina, de escritores, la feria del libro ha tenido su sacrificada presencia siempre. Dependiente del trabajo de la Concejalía de Cultura, con, muy acertadamente, Juan Ramón Santos, actual presidente de la AEEX, que construye con pocos recursos y tirando de agenda y amigos, una feria digna llena de literatura y figuras. No le falta la música, el teatro, los cuentos y actividades infantiles.

A pesar de que el tiempo no ha acompañado, no han dejado de verse visitantes foráneos y comarcanos por los puestos de libros situados en la Plaza. Buscadores de tesoros, adultos y peques, deseamos encontrar en esa marabunta literaria las tres bes, ejemplares originales, los más vendidos o ese regalo que sabes alguien lleva esperando desde hace tiempo. Exigimos calidad en el asesoramiento de nuestro amigo librero quien, con su inestimable ayuda, ha de demostrar ser un verdadero especialista.

El libro hoy en día ha de ser más que unas hojas encuadernadas. Formatos enlatados o transformados en kits de supervivencia para náufragos han sido novedosos ejemplos de ello que varias editoriales innovadoras han presentado en la segunda edición de Centrifugados. Algunas librerías locales nos ofrecen variedades de calidad.

Una ciudad sin feria del libro es una ciudad en la que no hay aventuras, misterios, ni vidas por vivir, es una ciudad fantasma y muerta. Plasencia la tiene, contribuyamos con nuestra participación a su larga vida. No solo palabras, también euros.