Cuando no te quede nada, te quedará la UME». Con esta frase lapidaria puede resumirse la disponibilidad, la entrega y la capacidad de servicio a los demás de la Unidad Militar de Emergencias (UME), que ha tenido en el confinamiento y los momentos más duros de la pandemia un papel crucial, sobre todo en labores de desinfección en puntos críticos durante la llamada Operación Balmis. Los extremeños ya la conocen bien. La UME ha realizado casi una veintena de intervenciones en Extremadura, la mayoría por incendios forestales, donde desgraciadamente la unidad perdió a uno de sus hombres durante un servicio en la Sierra de Gata. La UME ya había recibido el aplauso de los ciudadanos cuando en 2018-19 se encargó de la eliminación del camalote, una planta invasora que estaba acabando con el ecosistema y la vida en el río Guadiana y que lo hacía desaparecer bajo un manto verde en distintos tramos de su recorrido. Ello le valió la Medalla de Extremadura. Los militares habían abandonado la ciudad de Badajoz entre los aplausos de los vecinos.

Ahora tocó otro reto, más difícil y arriesgado: luchar contra un virus que estaba mandando al hospital a miles de ciudadanos. El número de efectivos fue variable a lo largo de la Operación Balmis contra el covid-19, que duró varios meses, desde marzo a junio de 2020.

La UME, como primera Unidad Militar de respuesta ante emergencias desplegó a 1.350 militares en las 50 provincias del país y contó con el importante apoyo de las unidades militares desplegadas en la comunidad autónoma extremeña, como es el caso de la Brigada ‘Extremadura XI’. Todo el Ejército, unos 120.000 militares, estuvieron activados en esta operación.

La misión de la UME se centró en un primer momento en labores de información a la ciudadanía en los núcleos con más población.

Posteriormente, y dado que el resto de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tenían misiones de reconocimiento e información al público asignadas, el Primer Batallón de intervención de la UME realizó labores más especializadas de intercambio de información con otras instituciones de la comunidad autónoma, enfocadas en la desinfección de nodos de comunicación y diferentes lugares con elevada afluencia de personas.

Por último, se centró en las desinfecciones de residencias de ancianos en el ámbito de su zona de responsabilidad, que abarca Madrid, Extremadura y Castilla-La Mancha.

La desinfección de una residencia de ancianos afectada por el covid-19 no es tarea fácil y requiere de personal especializado. Se inicia con un reconocimiento completo, en el cual un integrante de la unidad al mando de un equipo, adecuando el personal y medios al tamaño de la residencia. Posteriormente se desplazaba hasta la misma, para conocer de la mano de sus responsables las necesidades de desinfección, llegando incluso a la reorganización de las instalaciones si fuera necesario, tratando de evitar con ello los posibles contagios entre los residentes.

La Unidad de Descontaminación de la Brigada ‘Extremadura XI’ realizó a mediados de abril labores de desinfección en los centros penitenciario de Badajoz y Cáceres, dentro de las labores asignadas en la Operación Balmis del Ejército de Tierra contra la propagación del coronavirus.

Además se desplegaron en colaboración conjunta con la Guardia Civil en los pasos fronterizos entre España y Portugal, con la finalidad de asegurar y controlar la situación. También realizó otra misión: dar seguridad y controlar infraestructuras «críticas», como pueden ser la estación de Renfe o el Polideportivo ‘Las Palmeras’, donde se alojaban personas sin hogar. Se hizo en colaboración conjunta con el Cuerpo Nacional de Policía de Badajoz.

Desde la UME explican que «al ser un lugar donde existe concentración de personas, el procedimiento es el mismo que en una residencia. También recibimos cartas de agradecimiento por parte de algún interno y eso siempre se agradece».

La Unidad Militar de Emergencias recibió formación concreta para este tipo de situaciones. Al igual que el resto de militares, recibe una formación general en emergencias de todo tipo y después una específica, esta última centrada en el tipo de misiones que se van a realizar. Constantemente se perfecciona y mejora la instrucción de la unidad, en un proceso de mejora y evaluación, incorporando lecciones aprendidas de entidades propias o ajenas. «Esto supuso al principio de la pandemia un elevado esfuerzo del personal en cuanto a trabajo y dedicación ya que casi todo era nuevo para nosotros y había que adaptar el material que teníamos, de cara a las nuevas misiones», explican desde la UME.

Los militares, en sus centros de formación desde su incorporación, reciben instrucción en defensa nuclear, bacteriológica y química.

«Por tanto, el hecho de ponerse un traje de protección es relativamente sencillo y estamos acostumbrados a ello, lo cual no evita que trabajar en espacios reducidos con un EPI puesto tenga un plus de dificultad”, comenta el subteniente José Luis Silva Rodríguez, miembro del Primer Batallón de Intervención en Emergencias (BIEM I) se encuentra en las instalaciones que la UME tiene en la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid).

UN RETO INESPERADO.

La UME, en sus 15 años de existencia, ha intervenido en numerosas emergencias de todo tipo y en escenarios muy diferentes. «Pero esta pandemia nos sorprendió a todos con su virulencia y supuso un reto, exigiendo lo máximo de nuestra capacidad de adaptación, algo que es también intrínseco al resto de las unidades militares, que fueron cogiendo el testigo iniciado por la UME, para ir incorporándose a la operación», indica Silva.

Algunos soldados que fueron a realizar estas labores a Extremadura ya conocían el lugar. «Nuestros soldados trabajan en las emergencias allá donde surjan. Incendios, inundaciones, grandes nevadas, terremotos o todo tipo de rescates. La extracción del Camalote se llevó a cabo en las dos operaciones que hemos realizado en 2018 y 2019 en el Guadiana y la mayoría de los que participaron, también han estado en esta misión contra el covid», explica el subteniente.

En general, los militares se han llevado un grato recuerdo de Extremadura y los extremeños. «La verdad es que siempre está presente su tierra, ya desde nuestros inicios hemos estado muy implicados en la ayuda en los incendios forestales que ha sufrido Extremadura, codo a codo con el resto de instituciones allí presentes. Incluso sufrimos la triste pérdida de un integrante de nuestra unidad en un Incendio en Sierra de Gata. Esto, sumado a los trabajos posteriores con el camalote y la pandemia nos ha hecho sentir directamente el cariño de los extremeños. También es grande el número de naturales de esa tierra que tenemos en nuestras filas», informa.

La Medalla de Extremadura supuso un hito en la historia de la UME, ya que en sólo 15 años se ha hecho acreedor de la máxima distinción de la comunidad. El Teniente General Alcañiz recogió el premio en un acto muy emotivo en el Teatro Romano de Mérida, lo que les hizo sentir muy orgullosos del trabajo realizado. El esfuerzo y el espíritu de servicio que anima constantemente a la UME, se vió reconocido con este galardón.

No descartan volver a Extremadura si es necesario. Precisamente este verano han colaborado en la extinción de dos grandes incendios, el de Cabezuela del Valle y el de La Aldehuela, ambos en Cáceres. «Estaremos pendientes siempre que se nos requiera, para ayudar a los extremeños en lo que necesiten», concluye el subteniente José Luis Silva.

La Unidad Militar de Emergencias, que se organiza en un Cuartel General, una Unidad de Cuartel General, un Batallón de Transmisiones, cinco Batallones de Intervención (BIEM,s) y un Regimiento de Apoyo e Intervención en Emergencias, ha participado, desde el año 2007 en un total de 567 intervenciones, trece de las cuales se han producido en el exterior, destacando la colaboración realizada tras el terremoto que asoló Haití en 2010 y los apoyos prestados en las campañas contraincendios de Grecia y Portugal durante 2018.

RASTREOS

La ministra de Defensa, Margarita Robles, anunció a mediados de septiembre que la UME podrá formar a rastreadores dentro de las comunidades autónomas para que no sólo sean las Fuerzas Armadas las que realicen rastreos.

Robles ha ensalzado recientemente la labor de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el covid-19, tanto en el despliegue de la Operación Balmis en los momentos más duros de la pandemia como ahora con la Operación Baluarte para la formación de rastreadores, y su coordinación con las autoridades sanitarias de las Comunidades Autónomas.

Hasta el momento, se han formado a más de 2.000 rastreadores que ya están prácticamente funcionando sobre el terreno realizando labores en 13 Comunidades Autónomas, además de las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla.

En la Comunidad de Madrid, una de las más afectadas por la incidencia del covid-19 en esta segunda oleada, ha destacado que el rastreo es una parte «esencial» y «muy importante» y tanto ella como el ministro de Sanidad han querido visitar estas instalaciones de la UME y elogiar «el magnífico trabajo que están haciendo» y su «eficacia».

Todo el personal que trabaja como rastreador recibe una formación específica para desarrollar este cometido, a la que suman su experiencia en las labores de rastreo interno entre los efectivos de la unidad durante la Operación ‘Balmis’ y han contado sus experiencias en los rastreos que están realizando.

La formación online que han recibido les ha permitido profundizar en la enfermedad desde diversas perspectivas. Así, han adquirido conocimientos sobre cuadros clínicos, periodos de incubación e infectivo, factores de riesgo, mecanismos de transmisión, medidas de prevención, procedimiento para el rastreo de contacto y principios de actuación, entre otros.