Desde el pasado sábado, día 22 de octubre, se encuentran en Plasencia “los dos primeros eremitas que ocuparán el espacio monástico de Yuste”, tras la marcha, hace casi dos años, de los monjes jerónimos que se encontraban al frente del cenobio verato, según ha confirmado hoy el obispado de la ciudad del Jerte, a través de una carta pastoral firmada por su titular, Amadeo Rodríguez Magro. En este sentido el prelado señala que efectivamente, “estoy escribiendo esta carta para deciros que dentro de poco se recuperará de nuevo la vida monástica, con la presencia de religiosos contemplativos”

por otra parte el obispo placentino indica que “esta vez vienen de Polonia y son miembros de la Orden de San Pablo, primer eremita. Se recuperarán así los orígenes, ya que los dos primeros se inspiraron también en la experiencia de este santo de los siglos III y IV”. Estos se llaman Rafal Zawada y Pawel Stepkowski. “Ellos dos, más aquellos que se les unan en el próximo futuro, una vez que estén preparadas sus estancias monacales, vienen a recuperar, para ese emblemático monumento, el servicio que siempre ha ofrecido: el de ser lugar de espiritualidad para los de dentro y para cuentos la busquen desde fuera”, asevera Amadeo Rodríguez.

El obispo desvela en su carta que “os doy esta noticia para que compartáis conmigo la alegría de haber podido mantener el único monasterio masculino de vida contemplativa que tenemos en la Iglesia en Extremadura. Le damos gracias a Dios, agradecemos la comprensión de las instituciones que han intervenido” para que el Real Monasterio de Yuste vuelva a contar con la presencia de una comunidad religiosas, y muestra su gratitud a la Orden de los Paulinos, por haber aceptado continuar en este siglo XXI la tradición de las órdenes monásticas de unir a los pueblos, como lo hicieron en la Europa de la Edad Media”.

Con respecto al monasterio de Yuste, el obispo de la diócesis placentina dice además que ·en él se cobijaron, a lo largo de toda su historia, hombres que han respondido con radicalidad a la invitación de Jesús: “Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, y luego ven y sígueme””. Los dos primeros eran jóvenes placentinos, Pedro Brañes y Domingo Castellanos, que como “ermitaños de la pobre vida -así se autodenominaban- “se instalaron en aquel hermoso lugar verato”, buscando un mejor espacio para el recogimiento y la oración. Era una tarde de 1402. En los comienzos, su vida transcurrió bajo la advocación de San Pablo, el primer ermitaño, bajo cuya advocación pusieron la capilla que les autorizó construir el Papa Benedicto XIII.

Las dificultades, sin embargo, hicieron que muy pronto decidieran ampararse en la Orden de San Jerónimo, que a lo largo de los siglos ha sido la que ha mantenido la vida contemplativa en un Monasterio que, poco a poco, fue adquiriendo un gran esplendor. Pero un hecho histórico singular hizo, como todos sabemos, que el Monasterio adquiriera un relieve especial y una inmensa notoriedad. El Emperador Carlos V eligió este Monasterio como cobijo, tras su abdicación en su Hijo Felipe II, en el que esperar la muerte. El poco tiempo de su presencia (1557-58) ha marcado definitivamente la historia de este lugar, si bien siempre fue sólo un Monasterio. Carlos V no buscaba otra cosa que no fuera la compañía espiritual de unos hombres que habían sabido crear un oasis en el que, con la oración y la meditación, se encuentra el pozo del que mana el “agua viva” que da la vida eterna.

Muerto el Emperador muy pronto, el Monasterio recupera de nuevo su único fin, hasta que la ocupación francesa y diversas desamortizaciones convirtieron a Yuste en una ruina. Como tantos otros Monasterios, también Yuste cae en el más absoluto abandono, calificado por Miguel de Unamuno en 1908 de “melancólico espectáculo”. En siglo XX -ya muy entrado- poco a poco va recuperando no sólo su fisonomía arquitectónica, sino también la vida monástica, tras la compra del Marqués de Mirabel y una generosa restauración en la que muchos generosos contribuyeron. En l958 volvieron los Jerónimos y poco a poco el Monasterio fue recuperando su antiguo esplendor.

Mientras tanto, en los últimos años, a este emblemático lugar “de fe y oración”, nacido para el encuentro con Dios de monjes y peregrinos, se le añaden otras realidades, que le han ido dando otras dimensiones, sin que ninguna deba menoscabar su destino original. De un modo especial, Yuste se ha convertido en un espacio para la proyección de Extremadura en el ámbito de la Europa de los pueblos. “Es un buen testimonio de cuáles son las raíces del viejo continente europeo. Patrimonio Real, por su parte, cuida el espacio al que le dio aliento espiritual la comunidad monástica Jerónima y se encarga de su proyección social”, indica Amadeo Rodríguez.

Por último el prelado placentino recuerda que “a vida monástica, sin embargo, desde hace dos años tuvo que dejar el monasterio. Durante este tiempo ha sido evidente, para todos cuantos han tenido que intervenir, que en Yuste faltaba su elemento esencial, y sin el cual no tendría cohesión ni esencia ninguna otra realidad en ese espacio”.