En la plaza Mayor de Trujillo hay un imponente palacio llamado de la Conquista. En él destaca un soberbio balcón esquinero cuyo hueco se encuentra flanqueado por cuatro bustos. Uno de ellos es de una dama joven tocada con pamela. Esa mujer no es otra que Francisca Pizarro, la hija del famoso conquistador trujillano.

Su vida ha inspirado a Alvaro Vargas Llosa la obra literaria ´La mestiza de Pizarro. Una princesa entre dos mundos´, publicada el pasado 22 de enero por la editorial Aguilar. Sin embargo, 16 años antes de que el hijo de Mario Vargas Llosa biografiara a la hija de Francisco Pizarro, José Antonio Ramos Rubio, Cronista Oficial de Trujillo, ya había publicado diferentes artículos científicos sobre Francisca.

Leyendo a ambos, se adivina la personalidad fascinante y rompedora con su tiempo de esta mujer, síntesis del mestizaje entre Extremadura y América. Ya el nombre de su lugar de nacimiento en 1534 tiene evocaciones paradisíacas y estimulantes: Jauja. A los tres años fue separada de su madre, Inés Huaylas Yupanqui, hija del soberano inca Huayna Cápac y hermana del mítico Atahualpa. A los siete años vio cómo su padre caía asesinado y las turbas de Diego de Almagro arrastraban su cadáver por la plaza de Lima.

LA MUJER MAS RICA DE PERU

Antes de cumplir diez años, muere su hermano mayor. Se convierte en la mujer más rica de Perú y una de las más ricas de España. Será encerrada en un barco mientras tres facciones se disputaban a muerte el territorio conquistado por su padre. Escapa en una nave y a los 17 años se exilia en España: la envía el representante de Carlos V en Perú para evitar que aglutine una sublevación pizarrista contra la Corona.

Recoge José Antonio Ramos en sus investigaciones que Francisca llega a Sevilla y se gasta 2.000 ducados de oro en una vajilla de plata, candelabros, etcétera. Además de 89 maravedís en ropa y joyas.

Rodeada de lujos y envuelta en sedas, Francisca da un giro rocambolesco a su vida y protagoniza un sonoro culebrón al casarse en 1552 con su tío Hernando Pizarro, a la sazón prisionero en el castillo de La Mota (Medina del Campo) por quedarse con más oro colonial del que le correspondía. Francisca tenía 18 años. Su tío, 50... Y había estado casado con Isabel Hernando, a la que había abandonado.

Francisca Pizarro y el hermano de su padre y marido aún vivieron en la prisión castellana ocho largos años. Tuvieron cuatro hijos y mientras llegaba la liberación de Hernando, se afanaban en restaurar y embellecer el antiguo solar de los Pizarro en el lugar llamado La Zarza, hoy, Conquista de la Sierra.

Allí vivirán los esposos tras su estancia carcelaria y del palacio se conservan los muros maestros, restos del torreón y alguna portada. El matrimonio gozaba de tan abundantes rentas que compró al Rey y al Consejo de Hacienda la encomienda cacereña de Alcuéscar de la orden de Santiago.

En esos años (1560-1570), inician las obras del palacio de la Conquista, único levantado en Trujillo con el oro de América. En su balcón esquinero se pueden ver los bustos de los padres de Francisca, el suyo propio y el de su esposo, Hernando, que muere en 1578 convirtiendo a Francisca en una digna viuda que, en palabras de Alvaro Vargas Llosa, toma a los 48 años, la edad de la mesura, una decisión desmesurada: volver a casarse, esta vez con Pedro Arias Dávila Portocarrero.

La ceremonia se celebra un 30 de diciembre de 1581 en la parroquia de Santa María de Trujillo y se van a Madrid. Desde la capital fundará en 1594 el convento de la Merced en Trujillo, del que será comendador el dramaturgo Tirso de Molina entre 1626 y 1629.

El 30 de mayo de 1598, a los 64 años, Francisca Pizarro moría en Madrid. En su testamento dejó escrito que al cabo de un año trasladaran sus cenizas a Trujillo, donde, mientras el Cronista Oficial de la villa investigaba su biografía, fue descubierta la cripta donde está enterrada esta princesa incaica y extremeña.