Los espermatozoides que un hombre casado transfiere a su esposa en un encuentro sexual no son una donación, y tampoco lo será el gameto que surja cuando ese esperma fecunde un óvulo de la mujer. Esta consideración, que la ley española reserva en exclusiva para los matrimonios, ha permitido que una decena de parejas de mujeres lesbianas casadas utilicen los recursos técnicos de la fecundación artificial para intentar tener unos hijos que serán por completo, y biológicamente, de ambas a la vez. Tres de esos matrimonios --dos en Cataluña y uno en Valencia-- han iniciado la gestación.

En esos tres embarazos el óvulo del que surgió el embrión en desarrollo le fue extraído a la mujer que no ejerce de gestante. A su pareja se le transfirió dicho embrión, generado en probeta inyectando en el óvulo un espermatozoide de donante anónimo. Los médicos que propiciaron las gestaciones, conseguidas en el Instituto Cefer de Barcelona, escogieron el esperma en los ficheros de su banco de semen. "Intentamos que el perfil del participante masculino sea de una raza, peso, talla, cabello y ojos coherentes con los de las dos futuras mamás", explica Simón Marina, director de Cefer.

EN BUSCA DEL SEGUNDO Alguna de estas parejas prevén tener un segundo hijo que se generará de la misma forma pero a la inversa: la embarazada será quien ahora ha sido donante del óvulo. La clínica ya ha reservado para ellas dosis de semen del mismo donante para que los hermanos tengan un mismo padre.

Estas peculiares gestaciones, poco practicadas por desconocidas, en opinión de Marina, se apoyan en la ley española de matrimonios homosexuales, aprobada en el 2005. De no estar casadas, las mujeres no podrían intercambiar sus óvulos, ya que tales cesiones --previstas en la ley de reproducción humana asistida, de 1985-- deben ser anónimas, sin que sea posible la relación entre donante y receptora.

El hecho de que ambas leyes coexistan en estos momentos en España causa una controversia jurídica que los legisladores deberán resolver pronto, opina Josep María Busquets, secretario del Comité de Bioética de Cataluña. "El intercambio de gametos no es una donación entre dos personas casadas, pero la cesión de óvulos, según la ley de reproducción humana asistida, debe ser anónima. Existe una colisión entre ambas leyes, y el Instituto Cefer ha hecho una de las posibles interpretaciones".

Para Júlia, una de las gestantes, este embarazo ya no es "un pequeño sueño", o la utopía que nunca imaginó que llegaría a ser real. "Vamos a compartir un hijo biológico, ya no es una idea que se lleva el aire", dice.

Técnicamente, el proceso no tiene más complejidad que el hecho de haber distribuido en dos cuerpos los tratamientos hormonales que en los ciclos de fecundación artificial habituales sigue una sola mujer: la donante del óvulo tomó durante tres semanas hormonas estimuladoras de una producción de ovocitos y accedió a las ecografías y análisis que determinaron si se habían generado de forma suficiente.

Entonces, tras ser levemente sedada, se le extrajeron los ocho o 10 óvulos obtenidos y en los tres más maduros se inyectó, en probeta, un espermatozoide. Transcurridas 72 horas se le transfirieron a la mujer receptora, que, entretanto, había tomado la terapia estrogénica con la que dio grosor a la membrana interna de su útero, el endometrio. Y ahí pudo anidar y crecer el pequeño embrión.