Es un ritual. Esa caja de cartón con algún garabato para que sea reconocible hiberna el resto del año en el trastero cogiendo polvo y olvido hasta que, a estas alturas, suele coincidir con este fin de semana de puente, se desembala con protocolo. Porque sin quererlo la memoria invita a que la ceremonia se repita una y otra vez. Puede que algún detalle cambie de sitio, exacto no puede ser, pero la esencia es la misma. A una hora previamente pactada, se abre, se desempolva el interior y se reparte con orden y concierto. De ahí pueden salir figuras, muchas, demasiadas, algunas a las que el tiempo ha tratado mejor que a otras, manualidades con más o menos atino, metros y metros de espumillón para desenredar y guirnaldas de todos tipos, tamaños y formas. Pero lo más poderoso de esa caja es lo que no se ve. De ahí, junto a las figuras y las guirnaldas, emergen recuerdos, guiños de infancia. Sean como sean. El resto del año, esa caja atesora la nostalgia y cuando se abre, la reparte por casa para bien o para mal. Digo yo que eso será lo que llaman magia navideña.

Esa sensación la conoce bien Jorge Rodríguez Velasco (Cáceres, 1990). En sus recuerdos también existe esa caja pero no es de los que se queda anclado a ella. El cacereño es milenial y relevo generacional. No termina de comprender a los que defienden que los tiempos pasados fueron mejores porque él cree que el presente es lo que importa. De su cabeza nació una idea que ha dado una vuelta a la navidad en Cáceres. Se reencontró con sus Playmobil en un cajón e ideó una propuesta para aunar tradición y futuro. Así nació el belén más transitado y más fotografiado de la ciudad, uno con casi un millar de clics. De figurantes y de flashes. Está en la Preciosa Sangre. Y aparte de lo destacable de la cifra de integrantes, está claro que este no es un nacimiento al uso. No falta ni Jesús, ni María ni José. Tampoco el ángel. Pero en este se puede encontrar una a San Jorge y al dragón en lo alto, presidiendo, a Poseidón, a Santa Claus enjaulado, a un barco pirata y a un boxeador sin fortuna. Cualquier idea es invitada para hacer llegar el mensaje. Y en ideas Jorge siempre estuvo al día.

La vinculación religiosa le llegó por tradición familiar. «A muchos de los jóvenes les pasa, haces la comunión y te desvinculas, pero mi ganchito fueron las cofradías y cuando fui un poco mayor me fui acercando». Tanto que ahora tiene que recontar responsabilidades. Fue uno de los miembros más jóvenes en la junta directiva de la Unión de Cofradías. A los 19. «Ahora hay más jóvenes, la media de edad ha bajado». También forma parte del equipo de pastoral juvenil, es secretario de la asociación Pasión Viviente y del Foro de la Juventud Cofrade. A sus 29 años encabeza la asociación belenista cacereña, un colectivo que nació hace diez años pero que hasta hace poco tiempo se ha mantenido inactivo «por falta de tiempo o por trabajo». «El obispo me pidió que si quería hacerme cargo y a mí me gustaba el tema de los belenes y le dije que sí, entonces había poquitos socios». Compagina su trabajo en la diócesis con la asociación. «Todo lo que hacemos es voluntario y altruista».

En cuanto a la idea de los Playmobil, fue mezcla de imaginación y casualidad. «Una de las cosas que estaban pendientes es que nuestra asociación no tenía belén propio y pensamos en hacer uno a lo bestia, el más grande de Cáceres». Así nació la campaña Se armó el belén para hacer un cásting de figurantes. Cabe destacar que todos los clics han sido donadas por los cacereños, así que, aunque sea la asociación la que se encargue de darle forma, el belén pertenece a la ciudad, a sus vecinos. «El primer año fue el más visitado, había colas en la plaza de Santa María, estamos muy contentos». Para ponerlo en pie han tardado más un mes. Mañana y tarde. «Es mucho trabajo, pero merece la pena». Compensa aunque tanta dedicación tiene su consecuencia y ahora la anécdota del belén se la lleva a casa. «Antes poníamos uno mas grande, ahora solo ponemos el nacimiento». En casa de herrero cuchillo de palo.