Ni tomó decisión alguna ni dio órdenes a nadie durante la crisis del hundimiento del Prestige. El entonces delegado del Gobierno en Galicia y actual director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, eludió durante la sesión de ayer del juicio por la catástrofe cualquier responsabilidad en la cadena de mando que la afrontó pese a ser portavoz y presidente del gabinete de crisis que se constituyó en A Coruña.

"No tenía ni autoritas ni potestas para tomar decisiones. Habiendo magníficos profesionales en la Marina Mercante, cómo iba yo ni siquiera a opinar sobre lo que había que hacer", sostuvo, tras afirmar que su papel en el gabinete de crisis era de mera coordinación. Todas las decisiones las achacó al director general de la Marina Mercante, José Luis López Sors, que se sienta en el banquillo acusado de agravar la tragedia al alejar el barco. De Mesa fue imputado inicialmente por el juez de instrucción por los mismos hechos pero ha acabado declarando únicamente como testigo. Cuando un letrado le recordó que el responsable de la empresa contratada para rescatar el buque dijo en la vista oral que él era quien más había insistido en mandar fuera el petrolero, lo negó. "Yo no di esa orden. No di instrucciones a nadie", rechazó.

Otros letrados pusieron sobre la mesa algunas de las declaraciones que efectuó como portavoz, en las que trató, groseramente, de minimizar los efectos del accidente. Como cuando dijo que el chapapote nunca alcanzaría la costa mientras ya estaba llegando, que no era una marea negra sino un vertido o que el fuel se solidificaría en el fondo del mar. A todas contestó Fernández de Mesa con un doble argumento: que él se limitaba a explicar en la rueda de prensa lo que le contaban los técnicos y que nunca tuvo "ningún interés en engañar a nadie".