"¡Tanta agua y no hay para beber!" Cuatro días después del paso de la tormenta Jeanne , los cuerpos flotan frente a la costa de Haití, mientras sólo las camisetas de algunos permiten distinguir a los supervivientes del lodo que los rodea. Los camiones resbalan en el camino a Gonaives y ni las autoridades ni los organismos internacionales pueden hacer llegar a las decenas de miles de damnificados la ayuda que los grandes aviones empiezan a desembarcar en Puerto Príncipe.

El primer ministro, Gérard Latortue, parece a punto de sollozar: "Vengo de Gonaives, que sigue siendo aún inaccesible; no hemos conseguido entrar en la ciudad para poder dar ayuda. Haití no puede salir solo de este desastre".

Desde la resucitada isla de la Tortuga, un funcionario del Gobierno cuenta que "llegan y se ven pasar muchos cadáveres", algunos arrastrados desde la costa norte, en las cercanías de Puerto de la Paz, donde se han recuperado 111 cuerpos. El alcalde, Rony Petit Freré, ordenó enterrar los cadáveres, ya en estado de putrefacción, en una fosa común, pero no se atreve a dar una cifra de muertos en la Tortuga. "Si no nos traen comida, agua potable y ropas, podemos tener otra catástrofe más grande", advierte el sacerdote Yves Peant.

En Gonaives, donde sólo ha podido entrar Cruz Roja, los muertos son ya 600. El primer ministro resume: "Hay riesgo de epidemia porque no hay electricidad y la refrigeración no funciona en las morgues". Latortue se refiere también a los que faltan en su ciudad natal: "Hay 1.000 desaparecidos, la mayoría de los cuales pueden considerarse muertos". Mientras, España preparaba ayer el envío de una planta potabilizadora.