Japón encerrará en un anillo subterráneo helado la central nuclear de Fukushima para frenar sus cotidianas filtraciones de agua contaminada. La medida integra un plan tan radical como desesperado de Tokio para finiquitar un problema que lima las posibilidades de la capital japonesa de ser elegida esta semana como sede de los Juegos Olímpicos del 2020. Con las filtraciones radiactivas en la prensa diaria y la certeza de que el asunto supera a Tepco, la empresa propietaria de la central, el Gobierno dio ayer un puñetazo en la mesa. "El mundo está observando si podemos desmantelar la central", exclamó el primer ministro, Shinzo Abe, quien defenderá la candidatura tokiota el sábado en Buenos Aires.

El llamado país del Sol Naciente invertirá 358 millones de euros hasta marzo del 2015 en dos proyectos. El grueso, unos 244 millones, se destinarán a congelar el suelo alrededor de los cuatro reactores dañados para formar un muro de 1,4 kilómetros de largo y 30 metros de profundidad. El plan consiste en sepultar varillas refrigerantes que dejarán la temperatura en 40 grados bajo cero. El sistema pretende evitar la salida del agua contaminada de los sótanos de los reactores y la entrada del agua subterránea en ellos.

EN TUNELES Y METRO Es un método que ya se ha utilizado en situaciones menos complicadas, como tramos de túneles o servicios de metro. Incluso Estados Unidos ha recurrido a la congelación del terreno para aislar el material radiactivo en lugares donde se producía plutonio, como el Laboratorio Nacional de Oak Ridge, en Tennessee, pero solo durante seis años. Emplearlo en Fukushima supone un desafío mayúsculo que plantea dudas a los expertos, tanto por su duración (el proceso de desmantelamiento de la central se calcula en 40 años) como por la longitud del anillo y su desorbitado coste económico. "Aún serán necesarias varias barreras más de seguridad para el caso de que falle", ha dicho a la agencia AP el experto Atsunao Murai, quien ha recordado que la técnica suele utilizarse durante periodos de solo dos años.

Los 114 millones de euros restantes se emplearán en un nuevo sistema para descontaminar el agua radiactiva más eficaz que el anterior, que está siendo reparado de las corrosiones descubiertas en la última inspección. El destino del agua contaminada es el problema más acuciante en la central, porque cada día se suman 400 toneladas nuevas de líquido utilizado para enfriar los reactores, lo que ha obligado a fabricar a la carrera más de un millar de tanques. En algunos se han producido fugas, como la de 300 toneladas altamente contaminadas detectada recientemente. El nuevo sistema extraerá 62 sustancias radiactivas del agua para que esta, cuando registre menos de los 90 becquereles por litro que marca la ley, sea vertida al océano.

Por otra parte, tres japoneses denunciaron ayer a Tepco, la compañía que gestiona la central, por no haber tomado las medidas necesarias para evitar el vertido continuo de agua radiactiva al Pacífico.