Los 1,2 millones de ballenas de todas las especies y edades que habitan en los mares del hemisferio sur, según Greenpeace y las sociedades conservacionistas, pueden respirar tranquilas. De momento. El combate entre la organización estadounidense Sea Shepherd Conservation Society y la flota japonesa que caza cetáceos con la excusa de la investigación científica se ha saldado a favor de los defensores de las ballenas. La noticia de la victoria recorrió el mundo después de que el ministro de Pesca nipón, Michihiko Kano, dijera ayer: "La flota volverá a casa en los próximos días". Los conservacionistas estadounidenses, que han perseguido sin descanso durante meses entre témpanos de hielo, en el Antártico Sur, a los buques japoneses para impedir o al menos reducir sus cacerías, hicieron ayer un balance satisfactorio pero cauteloso. "Parece que los barcos se van, pero los seguiremos hasta que regresen al norte y estén fuera del santuario de las ballenas", subrayaron Alex Cornelissen y Paul Watson, activistas de Sea Shepherd, que cuentan con el apoyo de Australia, Nueva Zelanda y Holanda.

Para Greenpeace no hay que dar la victoria por definitiva. "Hay que tener cuidado, no vaya a pasar como con los monstruos de las pelis de terror malas. Hay que asegurarse bien de que has acabado con el bicho antes de darle la espalda", comentó Celia Ojeda, responsable en España de la campaña de océanos. A su juicio, cambiar las cosas dentro del propio Gobierno de Japón y de su sociedad es la mejor manera de asegurarse de que el monstruo no vuelva a salir cuando nos demos la vuelta. La flota japonesa, compuesta por cuatro buques con 180 tripulantes, quería capturar, despedazar y congelar in situ unas 1.000 ballenas hasta mediados de marzo. La retirada anticipada ha reducido las capturas en un 40%. O lo que es lo mismo, ha salvado la vida de 400 de estos animales, protegidos a escala mundial y con algunas especies en peligro de extinción.