Venecia es patrimonio mundial de la Unesco, pero si en un año no aleja a los grandes cruceros de sus canales le retirará el reconocimiento. La decisión fue tomada la semana pasada por la agencia de la ONU para la educación, la ciencia y la cultura, lo que ha sorprendido a los administradores de la ciudad, que parecen no haberse enterado de las polémicas que existen desde hace al menos 20 años sobre esta navegación intensiva que está destruyendo la maravillosa ciudad que enamoró a Thomas Mann y a millones de novios venidos de todo el mundo.

La Unesco, con sede en París, pretende que Venecia, que se supone gestiona la herencia de la Serenísima Repúbica de Venecia, una potencia naval, política y comercial hasta el siglo XIX, ponga un límite a un turismo de masas que se ha pasado de la raya. Y que lo haga por escrito. «El Estado italiano tiene que proporcionar un mapa de ruta detallado y un plan de gestión progresiva», afirma. No será fácil, porque tanto el ayuntamiento como los armadores y, sobre todo, las empresas de cruceros se oponen, clara o solapadamente, a la prohibición. La prueba está, sin ir más lejo en lo que pasó ayer. R. D.