Las certezas absolutas están en peligro de extinción y quienes opinamos, bien sea de forma activa o con ese método tan sibilino llamado silencio, no hacemos más que desbrozar los obstáculos que rodean a la verdad. El mayor de los obstáculos no es tanto el desconocimiento o la ignorancia como el prejuicio, como el no conocer en profundidad sino mediante los gruesos trazos pintados por la enorme brocha de los tópicos.

Muchas de las opiniones que se vierten sobre temas de actualidad arrastran el inconveniente de ser producto de estereotipos difícilmente superables. La próxima legalización de matrimonios entre homosexuales ha sacado a la luz muchos demonios guardados y mucho prejuicio que sólo se cura con el conocimiento. Algún argumento, como el que vincula el matrimonio a la creación de prole, convierte en antinatural a todos los matrimonios que por decisión propia o por impedimento físico no tengan descendientes. Otros argumentos intentan parapetarse en que "la sociedad no está preparada para eso": La pregunta es: ¿Cuándo se ha preparado la sociedad para un cambio? ¿Acaso no se han adaptado las sociedades occidentales a cambios tan enormes como la incorporación de la mujer al trabajo remunerado y fuera del hogar? ¿No se ha adaptado la sociedad a admitir nuevas estructuras familiares?

Las opiniones que pretenden negar a las personas homosexuales el derecho a la adopción acumulan tal cantidad de prejuicios que les impiden ver que los estereotipos sobre la homosexualidad no se parecen en nada a la realidad. No pueden imaginar la cantidad de homosexuales que se dedican a la educación, a la sanidad, a miles de tareas cotidianas o transcendentales. ¿Por qué le vamos a negar el derecho a adoptar y educar a un niño a quien está educando o sanando ciudadanos? ¿Se puede seguir admitiendo como normal argumentaciones lindantes con el nazismo y que vinculan la homosexualidad con la enfermedad?

Otras argumentaciones encubren una hipocresía manifiesta: "No me parece mal, pero el niño sufriría... habría que explicarle... el niño tiene derecho a una familia normal..." En primer lugar, los niños que se dan en adopción parten de que su familia biológica no era ´normal´. En segundo lugar, un niño necesita ser querido, necesita afecto, comprensión y paciencia, cualidades que pueden ser aportadas por cualquier tipo de personas independientemente de su sexo.

Curiosamente en la Comunidad de Madrid que presidía Ruiz Gallardón ya desde el año 96 había parejas homosexuales que acogían niños. Me pregunto qué "traumas" habrán sufrido aquellos niños por recibir el afecto de dos hombres o de dos mujeres.

Conocer es el remedio que cura el prejuicio: Si quienes niegan a los homosexuales el derecho a adoptar hubieran conocido parejas de homosexuales tan entrañables y capaces como yo conozco cambiarían de opinión al instante: Porque sé que esas parejas podrían educar a sus hijos mejor que de lo que yo lo hago.

*Activista de derechos humanos