Especialistas y profesores advierten de la importancia de distinguir entre una situación de acoso y cualquier percance de los que muchas veces se producen entre escolares. Para que se llegue al denominado bullying se deben dar situaciones como que exista una víctima indefensa, atacada por una persona o un grupo, y que la acción agresiva sea repetida, es decir, que suceda durante un periodo largo de tiempo y de forma recurrente.

Los principales tipos de maltrato se pueden clasificar en físicos, sociales, verbales y psicológicos. El acoso físico conlleva que la víctima sufra empujones, patadas, puñetazos o agresiones con objetos, entre otras cosas, y suele darse con mayor frecuencia en los centros de Primaria que en los de Secundaria.

Los especialistas aseguran que el acoso verbal es el más habitual. Se produce a través de insultos o motes, con los que la víctima es menospreciada en público, y el acosador intenta resaltar de forma constante un defecto físico del acosado.

En cuanto a los psicológicos, son acciones encaminadas a minar la autoestima del individuo y fomentar su inseguridad y temor. No obstante, el componente psicológico aparece en todas las formas de maltrato. Por último, el objetivo del acoso social es aislar a la víctima del resto del grupo, algo que también se denomina bullying indirecto .

A la hora de desarrollar un perfil psicosocial de los principales participantes en el bullying las investigaciones realizadas concluyen que el agresor principalmente es varón, mientras que las chicas utilizan más los elementos psicológicos en sus intimidaciones y suelen hacerlo de forma sutil y poco evidente.

Temperamento agresivo

Como indica el experto José María Avilés, por lo general, el agresor o agresora presenta un temperamento agresivo e impulsivo con deficiencias en las habilidades sociales para comunicar sus deseos. Los especialistas les atribuyen falta de empatía hacia el sentir de la víctima y una ausencia del sentimiento de culpabilidad, además de una falta de control de la ira. En resumen, estos chicos suelen ser violentos, autosuficientes y no muestran un bajo nivel de autoestima.

Se trata de jóvenes con una menor integración escolar y que son mayores que sus compañeros por haber repetido curso. Su contacto con los padres es también inferior y suelen carecer de fuertes lazos familiares y estar poco interesados por la escuela.

En cuanto a las víctimas, son sujetos identificados fácilmente como tales: débiles, inseguros, cautos, sensibles, tranquilos, tímidos y con bajos niveles de autoestima.

En el ámbito familiar es normal que las víctimas pasen mucho tiempo en casa. Los especialistas señalan que una excesiva protección paterna genera niños dependientes y apegados al hogar, unos rasgos que caracterizan a los que sufren abusos de este tipo. De igual forma, los estudios indican que las víctimas tienen un contacto más estrecho con la madre.