El debate sobre la utilidad de las clasificaciones de popularidad, ya sea en internet o en medios de comunicación tradicionales --prensa, radio, televisión--, está abierto. Herramientas como La Lista WIP reciben elogios por su posible interés sociológico e informativo, pero también encuentran críticas por su metodología, por los criterios que utilizan para discriminar fuentes y por las dudas que genera saber si realmente sirven para medir la popularidad y el grado de influencia de las personas.

Según Juan Gigli, experto en marketing social y movilización on-line , este tipo de iniciativas resulta "muy interesante". En su opinión, se puede convertir en una gran ayuda para un tipo concreto de profesionales y empresas, para "cualquier organización que haga análisis de prensa", y especialmente para las agencias de relaciones públicas y de comunicación. Y aunque los personas de interés público "no creo que lo suelan utilizar", sí puede servir como referente para que sus asesores analicen la imagen que se da de ellos y poder perfilar estrategias de comunicación y relación con los medios en función de los resultados que obtienen en la clasificación.

Eso sí, en el caso de La Lista WIP , Juan Gigli pone un pero: "Está demasiado orientada a los medios tradicionales, sobre todo periódicos --sus ediciones digitales--, ya que se nutre principalmente de ellos para construir sus rankings. Teniendo en cuenta el profundo cambio que estamos viendo en la forma en que la gente accede a la información, donde los medios tradicionales pierden espacio frente a otros canales como los blogs o la televisión por internet; sitios como La Lista WIP deberían ponderar de forma diferente sus fuentes".

"FALTAN CRITERIOS" En una línea crítica similar se manifiesta Tíscar Lara, doctora en Ciencias de la Información, profesora de la Universidad Carlos III de Madrid y que participa en diversos proyectos de periodismo digital. Bajo su punto de vista, uno de los problemas que plantean este tipo de iniciativas es que se centran meramente en el aspecto cuantitativo sin prestar atención a otras variables más relacionadas con la calidad. En este sentido, pone como ejemplo los blogs autobiográficos o los diarios personales en la red, que "apenas aparecen en los rankings pero que sin embargo son siempre los más escritos y los más leídos en las encuestas".

Para Tíscar Lara, estas clasificaciones de popularidad dejan fuera de sus recuentos muchos criterios de uso "real", como por ejemplo los comentarios y debates que originan las informaciones y sus protagonistas o la cohesión y fidelización de la comunidad de lectores y usuarios que genera una noticia.

José Luis Perdomo, consultor de nuevas tecnologías y promotor del espacio web Bitacoras.org , pone el acento de sus críticas en la metodología y apunta hacia las dudas sobre qué se mide y cómo se mide: "No es lo mismo influencia que popularidad: Britney Spearse es popular pero no influyente, y George Bush, en cambio, es influyente pero no muy popular". En su opinión, no se pueden confundir ambos términos y resulta "imprescindible" ponderar y equilibrar los criterios de calidad y cantidad. Por eso expresa sus dudas sobre el baremo utilizado para conferir autoridad a las fuentes. "No es lo mismo una referencia en Yahoo! o en Wikipedia que una mención en la página dieciséis del hilo de un foro", insiste.