En el restaurante El Mirador, en Casas del Castañar, ya tienen agotadas las reservas de comida para este fin de semana, el que viene y el siguiente. La especialidad es el cochinillo y su fama ha hecho que sea imposible almorzar allí sin previsión. El local dispone de espacio para 40 o 50 comensales y solamente abre sábados y domingos. Quienes acuden son, sobre todo, vecinos de la zona y madrileños que repiten. «Nos pasa a menudo que entra gente preguntando si hay sitio, y les tenemos que decir que no. Solo damos un turno de comidas, nos gusta que los clientes se queden tranquilamente de sobremesa», explican desde este establecimiento.

En el bar La Cabaña, ubicado en el municipio de Jerte, la sensación que tiene su encargada, María Hernández, no es que haya crecido el turismo, «sino que todo el mundo viene al mismo tiempo y todos quieren almorzar a la misma hora». «Intentamos mejorar, pero cada vez hay más exigencias. Incluso algunos se enfadan y nos ponen a escurrir. Años atrás dábamos comidas hasta las seis de la tarde, pero es que ahora los turistas no esperan. Y tampoco quieren venir pronto, porque yo solamente hago reservas hasta las dos, pero a ese primer turno no quiere acudir nadie».

Dice que, también, en alguna ocasión se ha quedado sin materia prima en la cocina para poder seguir dando servicio. «Con la crisis hemos pasado años bastante malos, por lo que daba miedo la inversión», asegura esta cocinera.

Ambos contextos ejemplifican la repercusión turística que la fiesta extremeña más afamada tiene en su comarca. Es época de cerezo en flor (hasta la primera semana de mayo), lo que significa un aluvión de turistas al Jerte que buscan inmortalizar ese bella estampa blanquecina que brota de los árboles. Más de millón y medio de ejemplares que salpican las laderas del valle.

Durante el mes y medio que luce la floración, multitud de visitantes abarrotan cada fin de semana los municipios de la zona. «No hay otro momento en Extremadura en que la demanda supere a la oferta», resume Victoria Bazaga, presidenta de Fextur (Federación Extremeña de Turismo Rural).

Son unos 100.000 foráneos que visitan este paraje durante las semanas de máximo esplendor.

Se nota en la carretera -la tradicional imagen del puente de Cabezuela del Valle con una caravana de coches-, pero sobre todo en bares y restaurantes, donde acaban desbordados. En muchos momentos, o no sirven más o se debe esperar hasta, prácticamente, la hora de la merienda.

A DEBATE / Ante esta realidad, hay distintas voces que plantean poner en marcha alternativas para aprovechar al máximo ese recurso económico que supone el turismo para Extremadura.

La presidenta de Fextur subraya que la afluencia a la fiesta del cerezo en flor ha crecido alrededor del 30% en los últimos años y que ese incremento no ha ido paralelo a la oferta hostelera existente. «Quizás es momento de darle un giro desde el punto de vista del empresariado y desde la Administración. Porque tanto el valle como el entorno están completamente llenos estos días».

Entre sus propuestas, flexibilidad para abrir nuevos negocios o actividades distintas como Food Trucks (furgonetas o caravanas itinerantes de comida callejera de calidad).

Por su parte, el presidente de la Mancomunidad Valle del Jerte, Ernesto Agudiez (quien también es alcalde de Piornal) no duda en compartir declaración: en esta fiesta la demanda supera con creces a la oferta. «Pero tiene que ser el sector privado el que abra otras puertas». No obstante, defiende que en los once municipios que componen el entorno (Barrado, Cabezuela del Valle, Cabrero, Casas del Castañar, Jerte, Navaconcejo, Piornal, Rebollar, Tornavacas, El Torno y Valdastillas) hay muchas empresas locales que han sabido cómo establecerse.

Aunque también recuerda que hubo un año en que se planteó instalar una amplia carpa con catering para absorber la afluencia de clientes y los hosteleros se opusieron, de manera que se dio marcha atrás y nunca más se ha vuelto a plantear.

OTRAS ESTAMPAS / Desde la mancomunidad tienen una apuesta clara: que no todo empiece y termine con la flor del cerezo. «De hecho, el lema de nuestra campaña es: El valle del Jerte, abierto todo el año. Porque se puede disfrutar en otoño, y en época de cerezada. Son dos imágenes muy bonitas igualmente».

En el restaurante La Cabaña, María Hernández insiste en esta idea: «Es una pena que todo se concentre en la floración y los turistas sean tantos solo en este momento, porque el valle es precioso siempre».

Desde El Mirador de Casas del Castañar, lanzan: «Hay veces que la gente viene buscando la foto con los cerezos blancos, pero como depende de la climatología, pues en ese momento todavía no han florecido (como ha ocurrido, por ejemplo, este año, que el frío ha atrasado el tradicional paisaje). Y hay clientes que hasta se enfadan contigo, como si fuera tu culpa».

En cuanto a la alta demanda que se genera, en este local lo tienen claro: «¿Y qué hacemos? ¿Montamos locales para abrirlos solamente ahora y luego los tenemos cerrados?». Aunque lo cierto es que actualmente este restaurante solo funciona sábados y domingos y con un solo turno de comidas. Y esa actividad es suficiente para compensar el negocio.

El desbordamiento durante la fiesta del cerezo (declarada de Interés Turístico Nacional) es una evidencia que se vive cada fin de semana. Sobre todo ahora que por fin la valle ha despertado. El debate sobre si es posible mejorar las infraestructuras para lograr más beneficios está sobre la mesa. Así como el empeño de que el éxito del Jerte vaya más allá de la floración. Y que así se consiga que la afluencia de visitantes en busca de una bella estampa que inmortalizar sea algo común en otras estaciones del año.