En Fuenlabrada de los Montes no se ven colmenas. Para un profano del sector apícola, lo tentador es pensar que aproximarse a este pueblos de La Siberia extremeña supone acercarse a un mar de enjambres. Dicen los entendidos que es el mayor núcleo de Europa de colmenas (más de 200.000 de las 600.000 que se calcula que hay en Extremadura) y dicen los datos que de esta localidad salen 3.000 de las 30.000 toneladas que miel que produce cada año España. Pero también, que en Fuenlabrada de los Montes están los colmeneros, la tradición apícola y la vocación de un pueblo que lleva décadas volcado en esta actividad que se practica principalmente de forma trashumante. Pero las colmenas están dispersas por distintos puntos de la región y también por otras regiones en función del momento, de la campaña, de la climatología y del tipo de miel que se busque. Cuando la campaña ya debería estar arrancando y las colmenas haciendo crías y preparándose para acumular néctar en la explosión primaveral, la climatología (con una primavera adelantada a febrero y sin lluvias) la mantiene aún a medio gas y la incertidumbre es la sensación generalizada en el sector.

Trabajo en el lagar de Montemiel en Fuenlabrada de los Montes.

«Es el cambio climático. Es real. La abeja es muy sensible a las pequeñas variaciones y en los últimos años no están siendo pequeñas variaciones. Hace calor cuando no debería , llueve cuando no tiene que llover, hiela cuando no debe… La abeja tiene su ciclo y tiene unos meses en los que hiberna, en los que cría, en los que hace acopio de néctar y de polen, y en el momento en el que esos meses se traslocan, su ciclo biológico se ve muy alterado», analiza José Antonio Badiano, veterinario, responsable del sector apícola de Cooperativas Agroalimentarias y secretario de la cooperativa calabresa Montemiel. «Hemos tenido colmenas con actividad en diciembre, cuando las abejas deberían estar reposando para iniciar la primavera», reconoce el experto. Y el problema es que al tener actividad fuera de la campaña se desgastan, mueren antes (las mortalidad de las abejas en invierno ha pasado del 10% al 35%) y no llegan a la primavera, cuando deberían estar más activas.

Una incógnita

Cómo será esta campaña es una incógnita. Nadie en el sector se atreve a realizar un pronóstico, aunque muchos temen que si sigue la tendencia actual será más bien mala, por segundo año. Por el momento están amortiguando la situación gracias al colchón de las últimas campañas más favorables. Pero junto a la climatología o los daños en las poblaciones de enfermedades como la varroa, el modelo actual empieza a dar síntomas de saturación y, en un mercado global y dinámico como el de la miel, los países emergentes están logrando colocar en Europa el producto por debajo de los costes de producción españoles. Nada ayuda y con ese contexto, la baza para competir deberá pasar por reducir costes («en lugar de bajar con ocho asentamientos de colmenas a Andalucía, llevan cuatro o van a ver la floración de la zona elegida y luego deciden si mueven o no a las abejas», dice Badiano) y diversificar: muchos apicultores están empezando a envasar con su propio sello para vender y aportar un valor añadido a su producción.

Mari Ángeles Ventas. Empresaria y apicultora en Fuenlabrada de los Montes.

A la cabeza

Extremadura lidera el censo de colmenas a nivel nacional y concentra un 21,6% de las que existen en España, seguida de Andalucía (20,6%), Castilla y León (14,8%) y la Comunidad Valenciana (12,3%) según la información del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, con datos del mes de enero. Las Hurdes, Gata, Las Villuercas y La Siberia concentran el grueso de las 648.482 colmenas que hay en la región, y más de un tercio están en Fuenlabrada de los Montes, un pueblo de La Siberia de 1.800 habitantes en el que el 90% de la población de vive de la apicultura o de actividades relacionadas con la producción de miel. Hay 300 productores profesionales agrupados en la Sociedad Cooperativa Montemiel, la única que funciona en esta localidad, que guarda una de las mayores concentraciones apícolas de Europa: 250.000 colmenas, según los datos de la cooperativa, que se fundó en 1978 con 60 socios. Fue una familia procedente de la Comunidad Valenciana, la que introdujo la actividad en la zona hace más de 50 años.

Mari Ángeles Ventas representa a la tercera generación de apicultores en la familia y ya está formando a sus hijos para que asuman, cuando toque, el relevo de la empresa y las 3.000 colmenas que gestionan. El más pequeño, de 11 años, se maneja con soltura retirando la cera de los panales y los dos vástagos mayores ya trabajan en el negocio familiar. «Gracias a la apicultura este pueblo no está perdiendo a los jóvenes», dice esta apicultora y empresaria de Fuenlabrada de los Montes.

Luis Manuel Mansilla, con colmenas de su propiedad asentadas ahora en Ciudad Real.

Trashumantes

Javier Acedo puede hacer más de 30.000 kilómetros durante la campaña apícola, recorriendo asentamientos y trasladando colmenas en busca de las floraciones que necesita para la preparar las colmenas (ahora tiene1.000) y para producir la miel de mil flores (la más típica) y la de girasol (que exporta íntegramente a Francia). Trabajó durante 12 años como topógafo en obra civil, pero con el estallido de la burbuja de la construcción y la crisis posterior, a este ingeniero le tocó dar un giro a su vida y encontró una oportunidad en la tradición familiar. «Es más fácil hacerlo cuando conoces el sector y yo lo conocía bien», recuerda. Fue en el 2014 cuando puso en marcha su propia explotación, aprovechando las ayudas como joven agricultor y toda la infraestructura familiar que aún mantenían: una nave, camión, coche, maquinaria…

Como él, muchos otros en el pueblo han ido encontrando en la apicultura un ‘refugio laboral’: no te haces rico, pero da para vivir, apuntan todos los contactados por este diario. «Es la forma de vida del pueblo, pero también ha generado una dependencia y cuando la apicultura sufre, le gente y la economía local, también sufren», reconoce Ismael Higuera, alcalde de Fuenlabrada de los Montes.

Luis Manuel Mansilla se inició como apicultor después de casarse. Su mujer pertenece a una familia con una larga tradición en el sector en el que siguen estando padres, hijos y nietos, y él comenzó a aprender el oficio al recalar en el pueblo. En 2011 montó su explotación con más de 2.000 colmenas que reparte normalmente entre Extremadura y Andalucía «si el año es bueno, las distribuyo por Extremadura, si es seco como este, las llevo a Andalucía», cuenta. Hace unos 70.000 kilómetros por campaña.

Trabajo en el lagar de Montemiel en Fuenlabrada de los Montes.

Transformación

En Extremadura hay 1.596 explotaciones apícolas de las que dos tercios son profesionales (930) mientras que hay otras 666 particulares El sector no ha parado de crecer en la región y afrontó en los años 80 un proceso transformador con el que se profesionalizó, desde las explotaciones tradicionales que abundaban hasta entonces, a las ‘industriales’ que ahora dominan la apicultura extremeña: se invirtió en maquinaria, en camiones, y en mecanización. Pero hay nuevos problemas en el horizonte.

«Las últimas campañas están siendo bastante malas por los precios, muy bajos, lo que unido a la climatología adversa está haciendo muy difícil mantener la actividad. Y es cierto que el campo siempre depende de la climatología, pero estamos teniendo muchos años malos y los mayores recuerdan cómo antes los rendimientos eran mucho mayores», afirma Alberto Rodríguez, apicultor con más de 1.000 colmenas censadas en Fuenlabrada de los Montes, como la mayoría, por tradición familiar (su abuelo fue uno de los fundadores de la cooperativa local) y como la mayoría, trashumante. «Ahora estoy regenerando las colmenas para preparar la campaña, pero el tiempo no lo está poniendo fácil», cuenta. Como la mayoría, también augura una temporada apícola incierta.