Salomón Lerner, un empresario de artes gráficas con imprenta en Madrid, quiso ampliar horizontes hacia Portugal y en el 2001 puso sus ojos en Olivenza, una población pequeña pero estratégicamente situada, a caballo entre dos grandes mercados: Sevilla y Portugal. Su obsesión principal era lograr contratos de empresas lusas, aunque los pedidos nunca llegaron a materializarse al nivel que el promotor esperaba.

El Grupo Lerner obtuvo importantes facilidades por parte de la corporación oliventina, que en esos momentos presidía el socialista Ramón Rocha, entre ellas la cesión de 65.000 metros cuadrados de terreno para levantar la planta de impresión, por la que pagó 400 euros. También obtuvo algunas exenciones fiscales correspondientes al municipio. A cambio, el grupo industrial se comprometía a mantener abierto el negocio (en esos momentos bajo el nombre de Covex Print) al menos cinco años.

La idea inicial de Salomón Lerner era invertir, en una primera fase, 20 millones de euros y generar medio centenar de puestos de trabajo, que luego pasarían a 100. Para materializar el proyecto, en total recibió unos 13 millones de euros en ayudas públicas, según estimaciones realizadas por el Grupo Parlamentario Popular.

La Sociedad de Fomento Industrial de Extremadura (Sofiex) entró en el capital social con una partición del 42% (unos 2,4 millones de euros), aunque luego redujo esa cuota participativa hasta el 24%.

Además, para poder construir la planta de impresión, los promotores levantaron una hipoteca de 3 millones de euros sobre los terrenos adquiridos al Ayuntamiento de Olivenza.

La industria echó a andar e inicialmente se comprobó una actividad importante en la misma, aunque al parecer solo un ejercicio económico obtuvo beneficios.

La junta de accionistas de Lusográfica justificó en la reunión del 2008 que el año anterior la sociedad había tenido unas pérdidas superiores a los 5,2 millones. Para afrontarlas, se acordó compensarlas con cargo al capital social, que se vio reducido en una cuantía idéntica, de manera que el capital quedó en unos 500.000 euros, reducción que afectó proporcionalmente a los dos accionistas: Sofiex y Lerner.

Lerner se movió al otro lado de La Raya, pero nunca logró un contrato importante. Por contra, desde los sindicatos se le acusó de dedicarse a derivar clientes de Lusográfica a otra empresa del sector que poseía en Madrid.

De esa manera, el grupo habría logrado revalorizar la planta madrileña para poder venderla a mejor precio, mientras en la imprenta oliventiva descendía el negocio.

Esa falta de actividad derivó en el 2009 en un encierro de los trabajadores y en el concurso de acreedores. Tras lograr que estos aplazaron parte de la deuda, Lusográfica reinició el año pasado su actividad, pero en esta ocasión con solo 6 trabajadores, que se dedican a plegar servilletas para hospitales.

En los últimos días el PP ha denunciado que los propietarios están desmontando la maquinaria de unas instalaciones de las que, una vez levantados los embargos, Lerner tienen plena propiedad.