Más allá de altares, púlpitos y confesionarios, de sermones y evangelios, de hostias y credos, la Iglesia tiene otra dimensión, quizás más próxima a la sociedad y a los problemas que ésta padece de lo que se observa al acudir a misa. Es su obra social, un conjunto de acciones humanitarias y benéficas que, casi siempre, se desarrollan bajo el paraguas de Cáritas.

Esta organización nació en 1947 cómo órgano coordinador de las diferentes federaciones caritativas y sociales de la Iglesia Española. Y desde entonces no ha parado de crecer y ampliar sus campos de actuación. Solo en el 2005 invirtió más de cinco millones de euros en programas sociales y humanitarios en Extremadura. A nivel nacional, la cifra alcanzó los 169 millones de euros.

"El objetivo es ayudar a las personas más desfavorecidas para restablecer su dignidad, su autoestima y su situación dentro de la sociedad", explica José María Vega, responsable de Cáritas en el Arzobispado de Mérida-Badajoz. Para ello han ido poniendo en marcha distintas iniciativas y programas, desde los dedicados al empleo o a la inserción laboral, a los consistentes en la atención a los inmigrantes, la integración de la comunidad gitana, la asistencia a drogodependientes, la lucha contra el sida, la prestación de servicios básicos a sin techos o el cuidado y la formación de discapacitados.

"El Estado no puede llegar a todos los rincones de la sociedad y para eso estamos los grupos sociales y las organizaciones no gubernamentales", explica Ignacio Urquijo, sociólogo y miembro del Consejo Regional de Ayuda a los Países en Vías de Desarrollo con Proyectos de Cooperación. "Puede ser que nuestra labor pase un poco desapercibida, porque a veces somos muy celosos con lo que hacemos. Pero tenemos que trabajar en ello, porque a través de la información podemos lograr sensibilizar a la sociedad", comenta Vega.

Una parte de la labor de Cáritas se realiza en los centros especiales. Dentro de su programa para drogodependientes, por ejemplo, cada año ayudan a más de 300 personas en Extremadura. En el 2005, último dato disponible, fueron 409. Mayor dimensión tienen aún las cifras de ciudadanos sin techo y transeúntes que pasaron por sus comedores sociales o albergues: 3.500 ese año.

Pero no toda esa labor se realiza en las instalaciones especializadas. Paralelo a ella hay un trabajo en cada parroquia, donde sacerdotes, religiosos y voluntarios tratan de atender las necesidades de los ciudadanos con más problemas.

Objetivo: la reinserción

"Aunque las carencias de esta sociedad son muy similares a los de antes, en los últimos años se aprecian cambios. Por ejemplo, ahora hay muchos emigrantes que recurren a nosotros, más ancianos que viven solos y nuevos riesgos con las drogas, porque los jóvenes han perdido la percepción del riesgo", aprecia el responsable de Cáritas en Badajoz. Pero es que además, según comentan en este organismo, "ahora se demandan necesidades muy básicas que en España no se conocían desde hace tiempo". Por ello, explican, las prioridades son facilitar comida, ropa, vivienda y empleo, "para intentar reinsertarles en la sociedad".

Para realizar esta amplia labor Cáritas trabaja sobre tres pilares: el voluntariado (1.200 solo en Badajoz), la formación (de voluntarios y trabajadores sociales) y la sensibilización de los problemas sociales. Según Vega, ocurre, por ejemplo, con la pobreza: "En nuestro país todavía hay pobres. Aunque parezca que no son visibles, están ahí; pero no nos damos cuenta porque no es la misma pobreza que vemos en la tele en Africa o Sudamérica".

Para Ignacio Urquijo, una de las claves es la "insensibilización social". "Hay una fatiga de la solidaridad. Continuamente vemos desgracias y eso provoca en el ciudadano una coraza, un intento de inmunizarse", comenta.

La pérdida de terreno del catolicismo en la sociedad también está afectando a Cáritas. "Llegamos a los mismos sitios, aunque ahora con menos medios, menos fondos --la mitad de ellos dependen de las subvenciones públicas-- y menos manos", señala Urquijo. Ante eso, el secreto está en el "compromiso de los que estamos" y en "adaptar los recursos a las necesidades", revela José María Vega, que insiste en que la ayuda directa "solo genera dependencia" y "nosotros lo que queremos es convertirles en autosuficientes".

Eso sí, la labor social de la Iglesia no se reduce a Cáritas. La Iglesia mantiene centros hospitalarios, centros de atención a ancianos, discapacitados y enfermos crónicos, centros infantiles y consultorios familiares, entre otros recursos.