José Luis Rodríguez Zapatero finalmente ha desoído las voces del mundo de la economía y de su propio partido que le aconsejaban demorar al máximo el anuncio de su retirada. "Esta es la decisión que hoy os traslado: no voy a ser candidato en las próximas elecciones generales", dijo ayer sin rodeos ante un expectante Comité Federal del PSOE, cuando aún falta un año para las próximas elecciones generales y el crédito de la economía española empieza a afianzarse en los mercados. La vida política de Zapatero ya tiene fecha de caducidad: marzo del 2012, porque, eso sí, aseguró que agotará la legislatura. Está por ver si le será posible, como está por ver qué ocurrirá con el zapaterismo después de Zapatero.

El futuro de esta difusa corriente se jugará en primera instancia en la carrera sucesoria a la que el presidente del Gobierno dio ayer también el pistoletazo de salida. El 28 de mayo se convocarán con toda probabilidad las primarias y antes de julio habrá heredero o heredera. Mientras, el PP insistirá --ya lo hizo ayer-- más que nunca en su eslogan favorito, elecciones anticipadas, ante un PSOE al que dibujan descabezado olvidando que el expresidente Aznar anunció que no repetiría mandato cuatro años antes de retirarse.

El deseo de zanjar las cábalas sobre su continuidad ha sido uno de los factores que más ha pesado en la decisión de un Zapatero consciente de que fue él quien prendió la mecha del debate con sus confidencias en la copa de Navidad. Su hoja de ruta, según su entorno, tenía marcado en rojo el otoño. Quedarían seis meses para las generales, tiempo suficiente para vender al sucesor sin quemarlo, acortando así el periodo de presidencia cesante. Pero no ha podido ser, y ahora el síndrome del pato cojo, el mote con que se designa el último año de los inquilinos de la Casa Blanca, amenaza con perseguirle en los próximos 12 meses.

Aunque el factor decisivo de tan temprano anuncio ha sido la presión ("descarada", según algunas voces escuchadas ayer) que han ejercido la mayoría de barones regionales acaudillados por José Blanco, el todopoderoso vicesecretario general del PSOE. El objetivo confeso de estos era evitar que el 22-M, en el que se juegan sus cargos, se convirtiera en un ensayo de las generales, en un plebiscito sobre un Zapatero hundido en los sondeos como nunca lo ha estado un presidente en España. El líder se ha plegado a sus deseos, aunque no esté claro que su futura salida les vaya a reportar ni un voto más. También es difícil, por no decir imposible, que en la campaña desaparezca el debate sucesorio, por más que el presidente lo pidiera ayer con insistencia.

En lo que Zapatero no ha transigido es en dar su aval al dedazo que proponían los barones y el aparato del partido. Se trataba de proclamar al vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba como sucesor por el innovador método de las primarias exprés, convocándolas en plena precampaña para evitar que un candidato alternativo tuviera margen para recabar los apoyos necesarios. La ministra de Defensa, Carme Chacón, salió al paso de esta estrategia al reclamar primarias, lo que se interpretó también como un aviso para navegantes de que podía optar a la sucesión. Zapatero le dio en eso la razón al condenar el dedazo en su discurso y defender las primarias, de- jándolas para después del 22-M.

CHOQUE DE MINISTROS Si Chacón se decide, el destino del PSOE podría dirimirse en un choque de ministros al mando de las fuerzas de seguridad en el que el exfelipista Rubalcaba disputaría el legado del zapaterismo a Chacón, una de sus más genuinas representantes. Pasado solvente, contra futuro con currículo. Si gana Rubalcaba, el zapaterismo se esfumaría como un sueño que acabó en pesadilla.

La confrontación interna podría tener como siniestro telón de fondo la debacle electoral que las encuestas pronostican para el 22-M. En ese escenario, tras el verano, cualquier hipótesis sería posible, hasta la que más satisfaría a la oposición. Zapatero cenó el pasado lunes con el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, para asegurarse de que contará con él en lo que queda de legislatura, pero una debacle electoral sumada a un empeoramiento del empleo podrían hacer insostenible su apoyo. El sucesor cogerá el timón de un barco al borde del naufragio.

Y como telón de fondo, los mercados. Medios de todo el mundo dedicaban ayer espacio destacado al adiós monclovita. Zapatero concedió una entrevista simultánea a cuatro diarios europeos para garantizar a Europa que las reformas y ajustes seguirán. Ahora que las bolsas habían aprendido a distinguir a España de un Portugal al borde del rescate y con un presidente en funciones, Zapatero les regala una sinonimia.