Parece que estoy hablando de una cárcel, pero no es así exactamente: Hablo de una planta hospitalaria un tanto peculiar: Una Unidad de Agudos de Salud Mental. En este tipo de unidades hospitalarias conviven enfermos con una gran diversidad de patologías y/o adicciones. Que en varias ocasiones tanto el resto de enfermos como profesionales somos víctimas de su violencia, como yo en estos días, empujándome y cayendo al suelo.

Se hacen eternos los días y apenas ver la luz del sol, incluso se llega a confundir delito con enfermedad. Tienes cuatro horas de visita diarias con tus familiares y seres queridos, si te lo permite el facultativo, al igual que las llamadas telefónicas. Paseas interminablemente sin rumbo a lo largo del pasillo, en ambos sentidos, iluminado por luz eléctrica y parece que no es un día lo que transcurre, sino una semana o un mes.

Yo, por lo menos cuando tengo que ingresar, me siento como un barco a la deriva en alta mar sin rumbo ni capitán que te oriente a puerto, la única presencia real y física que tienes la certeza que tienes es la de Cristo Jesús, Dios que ésa nada ni nadie te la puede quitar. (Inmaculada Vírseda).

Son varios los ingresos que he tenido, y nadie te puede quitar la angustia, sudor frío y los escalofríos que allí se siente. La falta de libertad es como si esperases a la muerte impaciente, haciéndose la espera eterna e interminable. Sólo quiero animar y dar fuerzas a todos los profesionales, enfermos ingresados y sus familiares para que no se desanimen y que sepan que antes o después la libertad llega. Y por otro lado agradecer y valorar el trabajo de todos los profesionales que trabajan en estas unidades. Bajo mi opinión personal, separaría más las patologías en distintas unidades ya que el miedo que a veces pasamos algunos enfermos con otros, te impide vivir y recuperarte más rápidamente.