Mi nombre es María de los Ángeles Orrego, soy monitora de Fomento de la Lectura en el CEIP Pedro de Valdivia (Castuera); cuando nuestro director, Gregorio Miranda del Castillo, nos propuso realizar el baile de fin de curso, surgió este bonito proyecto: una denuncia contra el acoso escolar.

El acoso escolar constituye un problema social y de salud que ha generado una gran alarma en los últimos años; de ahí la importancia de poner en marcha un modelo educativo basado en la convivencia; en la educación en valores… Ahora bien, cómo explicar, trabajar y tratar este tema, mejor dicho, y reitero, este grave problema social con alumnos de infantil y primaria…

Pues, los resultados han sido muy positivos y satisfactorios, tanto, que he optado por compartirlos con los lectores. Nuestra coreografía es casi una alegoría, y como tal, cada elemento no es gratuito; sino que está lleno de simbología y plasticidad.

Al ritmo de una canción, salen al escenario, en fila, ocho alumnos vestidos totalmente de negro, con la manos cruzadas sobre el pecho,(este último gesto fue idea de un alumno llamado Gabriel, cuándo le pregunte el porqué, me respondió: “ si nosotros representamos a los niños acosados, necesito protección, así estoy pidiendo ayuda”).

Una vez que llegamos al centro del escenario, alzamos unos enormes carteles blancos que llevan escrito: compañerismo, apoyo, amistad, comprensión, tolerancia, respeto, igualdad y convivencia. Otro grupito formado por nueve alumnos sale al escenario y nos rodea.

Este momento es precioso y goza de gran vistosidad; pues, son alumnos de cinco años vestidos con la camiseta del colegio (color verde; no es casual) y con globos de colores en ambas manos; representan la ilusión, sueños e inocencia de los niños, las ganas de volar. Y así, irrumpe una nueva fila de catorce alumnos (vestidos también con la camiseta verde del colegio), portan unos enormes platos de cartón dorado y en el centro una letra, hasta formar: NO ACOSO ESCOLAR.

Ellos también nos rodean, y así, tres corros concéntricos llenos de colorido vencen al acoso, pues, los niños vestidos de negro, al abrirse los corros, aparecen con las camisetas verdes del Colegio). Posteriormente, el orden desaparece; ahora todos juntos representamos juegos infantiles: “el corro de las patatas”, juegos de manos, puente… Una escena típica de un recreo en el patio del colegio, donde todos los niños son iguales; pero cada uno es diferente, especial y único. Poniendo fin con un abrazo multitudinario; los brazos de los niños acosados ya no son una coraza para protegerse, están perfectamente integrados, conviviendo y abiertos a la vida. María de los Ángeles Orrego Garrido