Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

Como en tantas otras ocasiones, existe en el caso del conflicto iraquí para la mayoría de los ciudadanos una práctica imposibilidad para conocer el marco profundo de la guerra. Sadam Husein ha prestado a Estados Unidos grandes colaboraciones. Para nadie está claro por qué en la Guerra del Golfo, los norteamericanos, esta vez sí con un mandato de Naciones Unidas, no acabaron en 1991 con Sadam Husein, estando a las puertas de Bagdad. Cualquier respuesta que no sea en clave geoestratégica, dictada exclusivamente por intereses políticos y económicos, es una ingenuidad. Hasta ahora, la tensión en la zona ha favorecido tanto a EEUU como a su brazo armado, Israel. Esta tensión está permitiendo la consolidación de los asentamientos israelíes y posibilita una práctica anexión de Palestina. Siendo esto importante, aún lo es más la posibilidad de influir de una manera decisiva en el precio del barril de petróleo, y las repercusiones que esto tiene en la economía mundial. Y aun quedan dudas sobre cuál es el fin último de la actual operación montada por EEUU en Irak, y no sería extraño que el mantenimiento de la actual tensión en la zona fuese el objetivo geoestratégico final. Sadam muerto o Sadam vivo exiliado en Moscú, es un dato irrelevante a este respecto.

El marco de la crisis económica mundial, crisis profunda como todas las que históricamente han estado relacionadas con los cambios tecnológicos generalizados de la producción, es poco proclive a soluciones pacíficas. El escenario creado por un desenlace rápido en Irak favorece sin duda el control mundial del petróleo por parte de Norteamérica y tener un peso muy grande a la hora de fijar su precio, incidiendo en el coste del conjunto de la cadena de producción. Si la invasión de Irak se materializa, en buena lógica económica, despejadas las incertidumbres, el precio del petróleo bajará, pero si este descenso de precios es muy grande se incrementará de manera muy significativa la oferta mundial, lo que contribuirá a acentuar la crisis económica mundial, que no lo olvidemos es una crisis de exceso de oferta. Si por el contrario, se mantiene un precio muy alto, la incidencia es diferente según las áreas geoeconómicas. La europea desde luego saldría particularmente perjudicada por nuestra carencia de petróleo propio, salvo Inglaterra, que lo tiene en el Mar del Norte, lo que acentuaría nuestra progresiva pérdida de competitividad.

Y compartiendo, estimulando y alabando las actitudes éticas por la paz y la fuerza histórica que a la larga estas corrientes tienen, no podemos ignorar, salvo excepciones, la relación que existe entre el posicionamiento concreto de los países en la crisis iraquí y la dependencia energética. El no alemán, con una economía que entra en recesión, es el caso más claro, como clara está la necesidad de una UE fuerte, que defienda la paz, por convencimiento ético desde luego, pero porque es nuestro fundamental interés económico en estos momentos también. Influir para conseguir el precio que más nos favorezca y crear el marco adecuado para ello, tan sólo se puede hacer desde la unidad de la Unión Europea.

Aznar se equivoca gravemente, lo hace en la valoración ética de la crisis y lo hace en el posicionamiento geoestratégico de España, inexorablemente unida a la Europa continental. Hacer collera con el Reino Unido es un error que nos puede costar muy caro.