Escritor

Cada día somos más, de distintos sitios y de distintas culturas, acrecentando una sociedad pluralista, con diversas formas de ver la vida y de vivir en ella. Han surgido las masificadas urbanizaciones, que empiezan a ser ciudades dormitorio, y los centros de las grandes urbes apenas tienen vecinos, sólo oficinas.

Los pueblos también han perdido su identidad de campos abiertos a la naturaleza. Todo está sometido al cambio, para bien o para mal. De ahí, que lo de ser alcalde, no sea tarea nada fácil, si se quiere gobernar y servir al mayor número de ciudadanos, por muy dispares ideas que nos ofrezcan.

El alcalde debe serlo de todos, ha de consensuar y ser el regidor de las mayorías, pero también ha de escuchar lo que aportan esas otras minorías, puesto que la política es el uso del poder legítimo para la consecución del bien común general. Además, si cada persona es un mundo y una voz, aparte de un voto, ¿por qué han de tener siempre razón las mayorías?

Por consiguiente, mandar con las mayorías, y en mayoría, no tiene talento, ni divierte, pues como señaló cierto conde de Cavour, con un poder absoluto hasta a un burro le resulta fácil gobernar.

En política no siempre el vencedor es el que tiene la razón. De ahí, que sea vital, que el político sepa ganarse la confianza y el respeto de todo el pueblo. Quien todo lo puede ha de temerlo todo. Y si es verdad, que el poder tiende a corromper, más corrompe --absolutamente-- el poder absoluto, pues como escribió Baltasar Gracián, "por grande que sea el puesto, ha de mostrar que es mayor la persona".

Ante el escándalo de las sociedades opulentas del mundo de hoy, que divide por zonas las ciudades y los pueblos, en barrios ricos y pobres, obreros y señoriales, han de actuar los alcaldes con tesón, puesto que desde un punto de vista humano, representa la más grave injusticia del mundo moderno y, por tanto, ha de conmover profundamente la conciencia de los corregidores.

La calle habla por sí misma. Sólo hay que mirar y ver: la juventud de los fines de semana amodorrada en las litronas y demás menestras excitantes, mujeres maltratadas que no saben cómo quitarse la cruz de encima, la cara de tristeza de los niños, que según estadísticas últimas acuden al psiquiatra en mayoría, porque están deprimidos, abuelos que son aparcados, como trastos viejos en doquier sitio, mientras sus hijos disfrutan del ocio...

Todo es posible, y para avivar la crueldad tenemos la tele-basura (nacional, autonómica y local), que nadie hace nada para cambiarla. Todo sirve, si da "euros". Volvemos, como antaño, al poderoso caballero de don dinero, que tan auténtico escribió el poeta.

Ciertamente, los pueblos escriben su historia cada día, y cada día, la realidad supera las películas del Oeste. Demasiados maltratos al ser humano.

La coherencia personal del alcalde (y concejales) ha de expresarse también en una correcta concepción de la vida social y política a la que él está llamado a servir. Bajo este punto de vista, un corregidor no puede dejar de hacer constante referencia a aquellos principios sociales, por solidaridad. El declive de las ideologías se acompaña de una crisis de formaciones partidistas, por ello es tan importante ir pensando en listas abiertas, en personas asociadas, que constituyen un desafío venidero. Es necesario redescubrir el sentido de la participación, implicarse más por el pueblo, todos con todos, a favor de todos, y nadie contra nadie, sin distinción de género, para hallar la búsqueda de vías oportunas que nos hagan avanzar hacia una realización siempre más satisfactoria del bien ser para mejor vivir. El suma, el mejor alcalde, no será aquél que se eleva en las mayorías, sino el que más se inclina hacia las minorías y utiliza el mando como bastón de ejemplaridad.