TLtas religiones quieren armonizar sus verdades inmutables con las sociedades modernas, pues éstas renuevan continuamente las ideas, las instituciones y las leyes. Resulta una tarea difícil.

Nadie discute en España la influencia que ha tenido la Iglesia, pero no es fácil olvidar los catecismos que aprendimos; si hubiéramos seguido sus estrictos preceptos seguiría prohibido el socialismo, el racionalismo, el sindicalismo, el modernismo y el liberalismo; no tendríamos libertad de conciencia, ni de imprenta, ni de enseñanza, ni escuela mixta, ni laica: éstos eran, entre otros, los errores modernos que condenaba el catecismo Ripalda, y que, poco a poco, hemos remontado. Ahora el frente va por los homosexuales, el aborto, las células madre la asignatura de Religión, las subvenciones, la enseñanza privada sin emigrantes ni negros; mañana, Dios dirá.

Este continuo sermón recriminatorio pudiera ser percibido como un arriesgado intento de convertirnos en un país integrista, al estilo de los países musulmanes.

Por eso se viene echando en falta una cierta dosis de prudencia, en institución tan experimentada, que reconcilie el cielo y la tierra, sin necesidad de volver a las cruzadas.

*Licenciado en Filología