Desde esta noche, en decenas de localidades de Extremadura --desde Badajoz, la más poblada, hasta Las Mestas, por citar un municipio pequeña y ya casi lindante con la provincia de Salamanca-- estallará el Carnaval. Se abre así un paréntesis de cinco días en que lo normal es perder la compostura; criticar todo aquel que descuelle en el panorama político-mediático regional y nacional y burlarse los unos de los otros. A fe que el Carnaval es necesario, porque es un desahogo, porque permite liberarse de las tensiones diarias y olvidar la seriedad. Es la hora de la risa y de la burla. Y del disfraz que se disfruta.