Una expresión muy socorrida para desvincular la personalidad de un ser humano de su forma de vestir es El hábito no hace al monje ; de igual manera que nos decimos que Las apariencias engañan cuando pensamos que un prójimo cualquiera aporta ante nuestra vista un distinguido pelaje que para nada corresponde con su verdadera prosapia.

El ser humano comenzó a vestirse con pieles de otros animales con la única pretensión de protegerse de las bajas temperaturas del invierno y no morir de frío, y posteriormente, cuando su verdadera necesidad estuvo cubierta, su instinto creativo y estético le llevó a ornamentar aquellas prendas con fetiches, que solían ser pequeños huesos de animales cazados. A partir de ahí empezó a prestar una especial atención a la estética de la vestimenta, incluso hasta el punto de sacrificar la comodidad de la misma. Basta ver como a lo largo de la historia han surgido infinidad de prendas incómodas o pesadas, e incluso absurdas, destinadas a estilizar o dar una connotación distinguida al individuo. Hasta hace algunos años, el vestido ha cumplido fielmente una función calificadora: eso vestías, eso tenías. Ahora, sin embargo, instintivamente, solemos tomarlo como referencia clasificadora: eso vistes, eso eres. Y, por supuesto, cabe la posibilidad del equívoco. En nuestra era atómica, los occidentales tenemos la libertad de camuflarnos como los camaleones gracias al vestido.

Algunas mañanas me cruzo por la calle con dos mujeres jóvenes a las que suelo clasificar por su vestimenta. Una de ellas se viste para abrigarse --ahora, en verano, para taparse-- y decorarse. Cambia a menudo de modelo de vestido y de peinado. Creo que es una mujer imaginativa, a la que gusta recrearse combinando prendas, incluso atuendos propios de otras culturas. La otra mujer viste para abrigarse y significar su cultura y su religión, siempre lleva el mismo tipo de prendas, una túnica que le tapa todo el cuerpo y un pañuelo que le cubre la cabeza. No encuentro motivos para pensar que esa mujer no viste a su gusto, aunque creo que, al contrario de la primera, nunca la vería vestida con atuendos de otras culturas.

*Pintor