WHw ace diez años se produjo el caso de Ana Orantes, el drama que dio pie a que tuviera lugar una progresiva toma de conciencia por la sociedad de que la violencia contra la mujer no podía seguir siendo un problema privado. Con Orantes, esa violencia entró en el debate público y desde entonces se han sucedido las medidas para paliarla.

Hay que recordar que Ana Orantes murió quemada por su marido. el crimen tuvo lugar después de ponerse delante de las cámaras de Tele Sur para contar el suplicio al que la había sometido durante decenas de años el hombre con quien se había casado y del que se había separado un año antes. Fue un grito de independencia que el marido vivió como una afrenta a su honor, y la mató.

En aquella ocasión, el hecho de la víctima hubiese ventilado su caso ante las mismas pantallas de la televisión permitió a muchos ciudadanos ponerle cara al problema y tomar conciencia de él. Fue aquel un paso necesario para que se empezara a arreglar. Es difícil no establecer un nexo entre la aparición de Ana Orantes ante la audiencia y su muerte, pero es de ley reconocer que aquella grabación fue un revulsivo que propició una reacción frente a un problema.

¿Dentro de diez años, se podrá decir lo mismo del asesinato de Svetlana por su exnovio días después de que ambos aparecieran en el programa El diario de Patricia? Como ocurrió entonces, ahora también es difícil no establecer un nexo entre lo acontecido en el plató y el posterior crimen, aunque esa posible relación no comporte consecuencias penales para nadie más que el asesino. Sin embargo, una gran diferencia con el caso Orantes es que las imágenes legadas por la televisión no son las del valiente alegato de una mujer que pretendía denunciar el sufrimiento habido en su relación con el que luego sería su asesino, sino la ridícula actuación del agresor ante una sorprendida víctima.

Son muchos los programas basados en la exposición de la vida privada de ciudadanos de a pie. Al margen de que puedan ser de mal gusto, no hay nada que objetar si se cumplen algunos requisitos, tales como que todos los participantes acuden a ellos con plena libertad y total conocimiento de lo que se van a encontrar. Pero en ocasiones, eso no es así. O no ocurre así del todo.

Svetlana ya no nos podrá aclarar si fue al plató engañada o con algún ligero atisbo de lo que se iba a encontrar en él, pero es obvio que el formato mismo del programa, basado en la sorpresa, conlleva que muchos participantes no sepan con exactitud quién aparecerá en un momento del mismo. Este tipo de formatos bordean la frontera del derecho de toda persona a la propia imagen, un bien protegido por la ley. ¿Se replantearán las cadenas seguir con ellos tras el caso Svetlana? Nos permitimos pedirles que lo hagan. No todo vale para conseguir audiencia.