WLw a filtración de fotografías guardadas en los archivos de la CIA que confirman que una instalación nuclear siria en construcción fue destruida en septiembre pasado por aviones de Israel ha caído como un jarro de agua fría sobre el Gobierno israelí --al menos una parte de él--, aparentemente empeñado en abrir negociaciones con el de Damasco para dar un desenlace a la ocupación de los altos del Golán, que se remonta a junio de 1967. Por si no fueran suficientes los obstáculos que deberán vencer los mediadores turcos --gestión de los acuíferos, desmilitarización de los altos y repoblamiento de la región de Quneitra, en Siria--, artífices de los contactos exploratorios, da la impresión de que los partidos fundamentalistas mosaicos en el Gobierno de Ehud Olmert se han puesto manos a la obra para boicotear el menor asomo de negociación. Aliados no les van a faltar porque una parte del Ejército y de la opinión pública estiman inaceptable cualquier cesión de territorio.

La nebulosa dentro de la cual se sustancian los contactos del Gobierno sirio con grupos radicales como Hizbulá, que se enfrentaron con éxito a los soldados israelís en la guerra del Líbano del verano del 2006, alimenta la desconfianza de los adversarios de la negociación y les permite ganar tiempo. Tanto como los meses que le quedan a Bush para abandonar la Casa Blanca, pues deberá ser su sucesor y no él quien se comprometa en las negociaciones y quien, si lo hace, acepte implícitamente que el régimen sirio no puede ser un simple espectador en la resolución de la crisis iraquí. Algo que hasta la fecha, a despecho del consejo de los expertos, se ha negado a aceptar la Administración saliente.