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Editorial

Cuando la CEOE se equivoca

Un pacto contra la crisis es siempre conveniente. Ultimamente se ha pedido la reedición de los pactos de la Moncloa, hoy imposible. En 1977 no había Constitución y los partidos debían garantizar la democracia. Hoy luchan por el poder y el gran objetivo del PP es derrotar a Zapatero, como demuestra la negociación con ETA de la pasada legislatura. Y la grave crisis de 1993 se afrontó sin pacto.

Excluidos los pactos de la Moncloa, cuando los partidos arrastraron a los agentes sociales, Rodríguez Zapatero planteó un pacto social que garantizara la paz laboral (lo peor sería un aumento de la conflictividad) e inspirara confianza a ciudadanos y agentes económicos. Tampoco ha sido posible. Los sindicatos se negaron desde el principio a discutir una reforma laboral y Zapatero, consciente de que el intento del expresidente del Gobierno Felipe González de tocar este asunto contra los sindicatos llevó a una huelga general, planteó un pacto social de mínimos. Quería pactar un marco para mantener el gasto social como amortiguador de la crisis e iniciar algunas reformas que impulsaran la competitividad. Entre ellas una rebaja de las cotizaciones sociales que haría menos gravosa la creación de empleo.

Tampoco ha salido. La CEOE aceptó a medias excluir la reforma laboral, pero planteó una rebaja de las cuotas patronales de 5 puntos que ni

Gobierno ni sindicatos podían aceptar porque dañaría las cuentas de la Seguridad Social. Y cuando no logró esa rebaja (que otros grupos empresariales creen excesiva) volvió a la reforma laboral. Está en su derecho, nadie puede ser forzado a negociar. Pero es un error. La paz social conviene a las empresas y la confianza ayuda al consumo y la inversión.

Quizá no quiere dar a Zapatero un pacto social porque simpatiza con el PP (Díaz Ferrán lo dijo ante un micrófono que creía inactivo), pero las elecciones son dentro de tres años. Y España debe llegar al 2012 en las mejores condiciones posibles.

Lo planteado ayer, proponer que en septiembre se reanude el diálogo social, previa rectificación sindical, no enreda a nadie. La reforma del mercado de trabajo debe discutirse y es quizá conveniente. Muchos economistas lo creen así, incluido el secretario de Estado de Economía. Pero plantearla como un trágala a Gobierno y sindicatos es la mejor manera de no hacerla avanzar. Además, lo que no hizo nadie en los años del boom (1996-2007) es difícil cuando el paro sube un millón de personas en seis meses.

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