La espectacularidad de la operación emprendida el sábado en la provincia de Helmand por unidades de la OTAN, mayoritariamente de Estados Unidos, y soldados afganos, con una capacidad operativa muy limitada, no ha disipado la impresión de que, más allá de éxitos momentáneos, el control del territorio sigue siendo una entelequia. La táctica seguida por los talibanes --la mayoría optó por la retirada-- no hace más que traslucir la convicción de sus líderes de que, más pronto que tarde, se marcharán los soldados y podrán regresar. Si se añaden los efectos que sobre la población tiene la muerte de civiles, cabe abrigar todas las dudas.La estrategia de atraer a la causa de la reconstrucción de Afganistán a los así llamados talibanes moderados, de difícil identificación, tampoco ha dado de momento ningún resultado. Con lo cual se aleja del horizonte afgano la posibilidad de un desenlace que incluya un conflicto de baja intensidad a la iraquí y un pacto de convivencia entre la Administración de Hamid Karzai y la disidencia talibán, que por el momento brilla por su ausencia.Por el contrario, los talibanes están dispuestos a emplear todo el tiempo que haga falta en erosionar al Gobierno de Karzai. Cuentan para ello con la ayuda inestimable de los errores de Estados Unidos y sus aliados en el campo de batalla, situaciones con un enorme efecto emocional sobre la población. Entre estos últimos, el estatus penal de los detenidos en la cárcel de Bagram es especialmente hiriente. Y alimenta la opinión de quienes se refieren a Bagram como la cárcel de Obama de igual manera a como la guerra de Afganistán es cada día más la guerra de Obama.Por mucha importancia que se dé a la detención en Karachi de Abdul Ghani Bradar, brazo derecho del mulá Omar, líder supremo de los talibanes, ni siquiera un golpe de efecto de estas dimensiones altera esencialmente los datos del problema. De la misma manera que en Irak ninguna detención significativa, incluida la de Sadam Husein, varió la suerte del conflicto hasta que el general David Petraeus cerró un pacto político con la insurgencia, tampoco deben esperarse grandes cambios si todo se fía a la suerte de las armas. Pero mientras en Irak encontró Estados Unidos adversarios dispuestos a cerrar compromisos políticos, los talibanes solo consideran la posibilidad de seguir en la brecha y refugiarse en Pakistán cuando la situación lo requiera.