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Piedras en la charca

De niño, en mi pueblo extremeño, me gustaba tirar piedras en la charca. Me ponía tanto más contento cuanto más lejos llegaba la piedra rozando, casi volando, sobre el agua. A veces pensaba que poca suerte tendría el pez que sacara la cabeza en ese momento...

Aún niño me emigraron a Madrid y los veranos me iba a una represa del río Henares en la que nos bañábamos y yo, de vez en cuando, tiraba alguna de esas piedras planas y volanderas. Casi era como estar en mi pueblo. Un verano, quizás el de 1961, al ir a la represa por primera vez en la temporada , la encontramos rebosando de peces muertos y un olor nauseabundo. Se acabaron para siempre los baños en aquel río, destruido por algún vertido asesino. Y se acabaron las piedras en la charca.

Hoy me llega la noticia de que en la presa de Alange han aparecido millares de carpas muertas. Y se me ha subido un nudo a la garganta. ¿Será que cincuenta años más tarde se estarán produciendo en el centro de Extremadura los mismos desmanes que se dieron en Madrid?

¿No habíamos quedado en que a lo mejor nos podíamos subir al carro de la modernidad sin pagar el peaje de la contaminación y el abuso? ¿No me había yo retornado a Extremadura para poder seguir tirando piedras volanderas a las charcas?

Ya no tiraré más, no sea que mate al pobre pez que quede y que saque la cabeza para poder respirar, ya que el agua está tan espesa.

Andrés Holgado Maestre **

Sociólogo

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