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Editorial

Guerrillas en el ciberespacio

Horas antes de que Julian Assange quedara finalmente en libertad bajo fianza en Londres, este diario entrevistaba a algunos de sus defensores, o vengadores, como ellos mismos se denominan. Son integrantes del grupo Anonymous, que han lanzado un ataque cibernético para bloquear las páginas web de compañías como Visa, Mastercard, Amazon o Paypal, en represalia por la actitud de estas empresas de impedir los pagos a Wikileaks por la publicación de los llamados papeles del Departamento de Estado. Desde estas páginas ya censuramos la actuación unilateral de estas empresas de medios de pago, alinéandose con el poder de Washington sin que ningún juez haya declarado ilegal la publicación de los secretos de la diplomacia norteamericana. Por la misma razón hemos de criticar los ataques de Anonymous, pese a que, según los juristas consultados por este diario, sea muy difícil atribuirles un delito. Hasta el próximo día 23 no entrará en vigor el delito por causar "un daño grave" en internet, pero tampoco sería aplicable a los bloqueos de las páginas web porque se considera que ese daño grave no se ha producido, ya que han podido mantener sus operaciones. Los ciberataques se efectúan, además, sin ánimo de lucro. Para que una acción merezca reproche, sin embargo, no es preciso que sea delito. Y los integrantes de Anonymous están actuando de manera concertada para perturbar sitios de la red a los que no se atreven a denunciar para no perder el anonimato. Los miembros de esta ciberguerrilla dicen luchar contra la censura, un objetivo loable pero no la manera en que actúan.

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