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tribuna

Asusta pensar que el PP no oculta nada

No ha hecho falta esperar mucho para comprobar que acertaban quienes temían que los meses que faltan hasta las elecciones generales serán demasiado pesados para el Gobierno. Y es que cada día que ha transcurrido desde las municipales le ha traído a este una mala noticia. La última, y probablemente la peor de todas hasta el momento, ha sido el informe de la Comisión Europea. Bruselas ha pedido a Madrid que suba el IVA y los impuestos sobre la energía para compensar la rebaja de las cotizaciones a la Seguridad Social, que la Comisión considera necesaria para alentar la creación de empleo. También ha expresado preocupación por el estado de las cuentas regionales y por el retraso en el saneamiento de las cajas de ahorros, y asimismo ha dicho que las previsiones oficiales de crecimiento son excesivamente optimistas. En definitiva, ha dado un palo muy fuerte a nuestro Gobierno.

La respuesta de los mercados --cuya opinión es aún menos agradable que la de Bruselas-- no se ha hecho esperar: nuestra prima de riesgo está otra vez en los 230 puntos. Y a nadie se le escapa que subirá aún más si los dirigentes europeos no logran impedir, y tienen cada vez menos tiempo para hacerlo, que Grecia entre en suspensión de pagos o tenga que reestructurar su deuda externa.

Si se hubiera hecho a tiempo y con acuerdo entre las partes, la reforma de los convenios colectivos podría haber dulcificado el informe de Bruselas. Pero tampoco eso ha salido bien. ¿Por culpa del PP y de sus empresarios más afines? Es muy posible. Porque esa misma voluntad de golpear al Gobierno aun a costa de reducir la credibilidad financiera de España también está detrás de la denuncia de que Castilla-La Mancha está en quiebra.

Se diría que Mariano Rajoy ha apostado al adelanto electoral por la vía de la tremenda, convencido, al parecer, de que eso no le va a costar votos. Pero asusta pensar que más allá de eso no hay nada, que nuestra derecha carece de plan serio alguno para salir del agujero, que se limita a aplicar la táctica de la tierra quemada contra un Gobierno que carece de medios para impedirlo.

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