TPtrobablemente sea un axioma universalmente admitido aunque difícilmente reconocido que entre la cerebral, fría, silenciosa, civilizada, moderna, rica, ordenada y pálida Suecia y la temperamental, calurosa, gritona, gesticulante, vieja, peligrosamente empobrecida, decadente y oscura Italia no hay color y que la primera protege mejor las garantías del ciudadano. Para más INRI, contra el discreto y desconocido Fredrik Reinfeldt o los bellos monarcas de imagen moderna, elegante, glamourosa y sobria, ni de lejos puede competir el ridículo protagonista de orgías, cirugía plástica, rayos uva, bótox y corrupción que es Berlusconi . En su pasado glorioso, el Imperio aportó al mundo un legado magnífico que incluye la transmisión adaptada de la cultura helénica, el Derecho Romano y esa hermosísima e inteligentísima lengua madre que es el Latín, pero aunque molan igual Júpiter que Thor, Marte que Odín y los legados y tribunos que los saqueadores vikingos, sin duda un futuro inmediato más benévolo aguarda a los lejanos vecinos del Norte que a los cercanos amigos del Sur. Así las cosas, Giovanni Colasante , un pacífico ciudadano italiano, ha pasado tres noches en un calabozo sueco por propinar unos cachetes a su niño que reaccionó con una pataleta a la despótica elección paterna de restaurante. Ni en sus peores sueños imaginó el buen hombre tal final de sus vacaciones. Ahora, ante el pasmo de sus compatriotas, se enfrenta a una pena de cárcel. Ya demostró Stieg Larsson en su desazonante trilogía que pese a una legislación tan acabadita que irrumpe en el ámbito familiar con el ojo tiranizador de un Gran Hermano, algo gordo falla en esa fría democracia. Suecia arrastra como las demás la deleznable herencia cultural grabada por siglos en el ADN de la humanidad, por la cual muchos hombres o dominan, poseen y utilizan a las mujeres o las matan. La ridícula prisión de un padre por zurrar al nene demuestra que algo muy gordo sigue fallando en una nación cuando una legislación mojigata y boba confunde el maltrato infantil con un sopapo.