Las elecciones legislativas que se celebran hoy tienen tanta importancia que debería ser innecesario animar a los ciudadanos para que acudan a votar. La crisis económica, cuyo final no se vislumbra a corto plazo, y las consecuencias que de ella se derivarán en la vida cotidiana de millones de españoles son la gran razón para ejercer el voto y no la gran excusa para entregarse al escepticismo y quedarse en casa.

Cierto es que la legitimación del vencedor de los comicios nunca está supeditada al porcentaje de participación, pero sin duda se sentirá más respaldado en medio de la galerna en la que deberá gobernar cuantos más sean los electores que hoy se acerquen a las urnas.

Desde los trabajos de Hércules de la restauración de la democracia, solo el Gobierno actual ha tenido que afrontar dificultades de la magnitud de las que deberá encarar el próximo Ejecutivo. Por eso es de lamentar que la campaña electoral se haya reducido, salvo destellos muy esporádicos, a un compendio fatigoso de lugares comunes, descalificaciones sin demasiado sentido y promesas sin cuantificar. Pero, aun así, la jornada de hoy no puede dejarse a beneficio de inventario, porque a partir de mañana se tomarán decisiones que a todos nos concernirán, que condicionarán decisivamente el futuro de España, la articulación en una Europa heteróclita, la estructura y viabilidad del Estado de las autonomías y la pervivencia de un Estado del bienestar que a base de esfuerzo colectivo se ha logrado en España.

En el caso de Extremadura, el futuro Gobierno de la nación tendrá que acometer o concluir algunos asuntos de interés para esta comunidad autónoma. Entre ellos cabe citar la finalización de la Alta Velocidad (la adjudicación de los tramos finales ha quedado pospuesta); conocer si el nuevo Ejecutivo optará por reivindicar el Eje 16 para que sea incluido en el mapa comunitario de transporte de mercancías; o saber si el proyecto refinero que promueve el Grupo Gallardo cuenta con una declaración de impacto ambiental favorable. También es imprescindible para el futuro de Extremadura una buena negociación de las ayudas de la PAC.

Aunque todas las encuestas dan por decidida la contienda, nada es definitivo hasta que termina el recuento de votos. Y, en cualquier caso, es mejor la responsabilidad colectiva de una elección, que el seguimiento de cuanto sucede a distancia. Porque mañana, cuando se conozca el desenlace, todos deberemos desear suerte al vencedor de estas elecciones, puesto que la suya será la de todos. Basta con mirar a Grecia e Italia para comprender que, de suceder lo contrario, su descalabro será también el de todos los españoles.