Pocas veces como ahora se ha hablado tanto de la economía y la política. Abramos el periódico, escuchemos la radio y veamos la televisión, y no tardarán en salir el dinero, el trabajo y la política. Se habla de lo que se carece, preocupa o produce malestar. El dinero lo es todo, se dice, por lo que no se puede dar un paso si la cartera no está llena. Un país, una empresa, sin dinero, pronto caerán en la ruina; de ahí que su gestión exige una política económica que dé vigor a sus proyectos, como argamasa de la sociedad, porque no se puede vivir del aire. Por ello es tan cierto el adagio: Primum vivere, deinde philosophare : primero vivir, luego filosofar . Dígalo, si no, lo ocurrido, estos días, en el Congreso, donde las distintas bancadas se encendieron en vivas polémicas, discutiendo los Presupuestos del Estado, que, aprobados, aunque contestados por varios partidos, deberán engrasar las bielas de la maquinaria nacional, que ha de incentivar el trabajo, dar buena sanidad y educación, reducir el déficit y propiciar un techo a todos los españoles.

Mientras, algunos segmentos sociales se han ido fragilizando, lo que ha supuesto, por ejemplo, una brutal trivialización de lo cultural , que ha motivado a ciertas plumas autorizadas a hacer alguna referencia a tal fenómeno, aunque, en este mundo materialista de hoy, es sólo una gota de agua, de refresco. Así las cosas, surge el aldabonazo de Mario Vargas Llosa , publicando el libro La civilización del espectáculo (al que se refirió, recientemente, este periódico, como "libro de la semana"), donde flagela con dureza el estado de la cultura, viéndola como "un moribundo desahuciado". Lo que glosa la crónica de Ródenas Moya , desde Barcelona, haciéndose eco de ese "cuadro clínico desolador, que debería provocar una reacción urgente". De ahí que el famoso novelista tilde de "negro" nuestro futuro cultural, mientras abunda lo fútil y artificioso, que siempre serán efímeros, sin aspirar a una civilización en que brille la verdad y la belleza. Se tiende, además, a la "banalidadî" al "deseo de satisfacción inmediata", llegándose al eclipse del intelectual, como conciencia crítica, a la saturación de la propaganda y exaltación de la nadería. Ante este cuadro desalentador, se perseguirá no sólo los aspectos económicos, sino tratando de favorecer el espacio cultural, que nos evite caer ante el "humo de un fuego extinto", del que habla T.S. Elliot . Todo es necesario: el dinero y el saber, el salario y la cultura, aunque, bajo la jerarquización de una economía bien administrada por los gobiernos. Como es necesaria la crítica --aunque nunca corrosiva--, que censure errores, mas sin dejar de elogiar lo bien hecho. En resumen, es urgente renovar la cultura, pues, como afirma Unamuno , sólo la cultura da libertad, y sólo el que sabe es libre, y más libre, el que más sabe. Aunque la política de recortes , pueda mermar, de momento, tales deseos, pero la siembra dará su fruto.