Nunca tuvimos tanta información como hoy y tantos recursos gracias a la red. Nunca la gente ha sido tan lista como ahora y por el contrario, nunca nos han tratado de manipular y nos han mentido tanto como en éste tiempo. Sirvan como un pequeño ejemplo, lo que ha tratado de hacerse contra los manifestantes de estos días.

Vivimos en la sociedad del conocimiento y hoy tenemos la suerte de que éste no se pierde, sino que se acumula. Pero, cuando nos parecía que habíamos encontrado las respuestas, nos cambiaron las preguntas y éstas a pesar de todos los recursos disponibles, van a tardar en ser respondidas. Nuestra Constitución se nos está quedando anticuada a una edad temprana con tan sólo 34 años de vida. Fruto del esfuerzo común y de un proyecto con divergencias, pero compartido por todos. Donde primó más el espíritu de consenso, donde primó más lo que nos unía que lo que nos separaba. Un proyecto inclusivo, compartido por todos en una etapa difícil para nuestro país.

Fue consensuada en un tiempo complicado pero lo leído, escuchado y vivido en su vigencia, las fórmulas que se encontraron para salvar los escollos, desacuerdos y desencuentros sobre la misma, podría resumirse como un resultado donde la cordura, el consenso y mucho sentido común, fueron los argumentos principales de todos y cada uno de los que la iniciaron. Ahora atravesamos un tiempo de incertidumbres sociales y políticas que nos rodean y secuestran en el factor del miedo. Este es de cada uno de nosotros, pero cada día tiene más gente atrapada porque acorta y refugia a los ciudadanos en un espacio cada día más pequeño. Estamos en un cambio de época y quizás por ello, estamos empezando a comprobar cosas distintas en las calles, en las manifestaciones; en cómo la ciudadanía siente que tiene que mostrarse, expresarse; hacer algo, mostrar su indignación.

Es un tiempo que ha generado una ciudadanía cansada de escuchar aquello de "hemos entendido el mensaje" y que ha resumido su forma de actuar mediante su indignación y que ha optado por comprometerse en la salvaguarda de los derechos que como ciudadanos están consagrados en la Carta Magna.

XNOS DEBEx preocupar el presente y nos tiene que preocupar el futuro. El futuro que se vislumbra a nuestra Democracia con el progresivo recorte de derechos sociales, civiles y políticos que estamos teniendo como no tuvimos jamás. Por ello, el reforzamiento de la sociedad civil, de una sociedad civil activa, libre y reivindicativa, que ha dicho que ya está bien. Una sociedad que está mostrándose cada vez más indignada; preocupada por el progresivo desmantelamiento de lo público y que quiere actuar como el contrapeso al deterioro de la calidad democrática de nuestras instituciones. Una sociedad que se cansó. Una sociedad que respondió gritando "si vosotros (políticos) no tenéis tiempo para nosotros (ciudadanos), no esperéis que nosotros lo tengamos para vosotros". Los partidos políticos están siendo contestados por los ciudadanos. Esta crisis debe hacernos reflexionar a los que sí creemos en la política; a los que pensamos que la política es el mejor instrumento del que disponemos los ciudadanos.

Los últimos acontecimientos sociales provocados por las actuaciones de un Gobierno que ha incumplido el programa que le llevó al poder, nos están diciendo en que o profundizamos en la calidad y la transparencia de la política y marcamos claramente las distancias desde las opciones que necesitamos de la política para conseguir mayor justicia social e igualdad, o nuestro país puede convertirse en un entramado de organizaciones y partidos minoritarios de todo tipo de ideología, con unos efectos y resultados imposibles de determinar.

Corremos muchos riesgos como sociedad y dentro de ella como ciudadanos. Lo más negativo que nos puede suceder es que terminemos acostumbrándonos a la resignación y a no levantar la voz, a refugiarnos en el espacio individual del factor miedo y esto sí que sería definitivamente bajar los brazos. Por ello, como nos ha dicho un joven Hessel : ¡indignaos!, porque la peor actitud es la indiferencia. Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre; la facultad de indignación y el compromiso que la sigue. ¡Indignaos!